Manuel Seoane: "El Perú bajo el sable dictatorial"

A bordo, diciembre de 1930.

Escribo este artículo a bordo del barco que me lleva al segundo destierro. Fui arrojado del Perú por la dictadura de Leguía en 1924 y viví seis años y medio en el extranjero. Cuando el comandante Sánchez Cerro derribó a Leguía y ofreció libertad política retorné a mi patria. He disfrutado de libertad en Lima durante seis días y medio, o sea a razón de un día por cada año de exilio forzoso.

Y es que el Perú se encuentra, ahora, bajo el sable dictatorial. Sánchez Cerro ha suplantado a a Leguía, pero no ha variado sus métodos. La única diferencia estriba en que Leguía era civil y Sánchez Cerro es un militar. Esto, lejos de beneficiar al país, lo perjudica. Sánchez Cerro es un hombre ignorante, vanidoso, despótico. Desde que era cadete se hacía llamar el "dictador". Se cree un elegido de la Providencia para salvar el país. Esta opinión que él solo comparte, le hace exclamar: En el Perú todos son unos "cholos" estúpidos, canallas, imbéciles. Yo tengo mucha sustancia gris en mi cabeza y no necesito ni constitución ni leyes. Me basta con mi cerebro. Gobernaré al Perú ocho años y luego diré a los imbéciles de los peruanos: "Ustedes me entregaron esta zapatilla vieja; yo os devuelvo este crisol. Después me dedicaré a sembrar el algodón".

Ramiro Prialé, Luis Alva Castro y Luis Alberto Sánchez, entre otros compañeros.

Lógicamente los hombres que defendemos ideales populares y los derechos de las clases trabajadoras, somos sus enemigos irreconciliables. El no quiere democracia ni elecciones verdaderas. Quiere hacer del Perú un cuartel. Las persecuciones han sido crueles y ya ha corrido mucha sangre de obreros. El Partido Aprista Peruano, de tendencia socialista, ha sido duramente atacado. A su jefe, Haya de la Torre, se le ha impedido el ingreso al país. Y a todos nosotros, líderes del movimiento, se nos va deportando, sin ninguna forma de proceso.

Lejos de mejorar la situación política, ésta ha empeorado. La crisis económica, muy aguda a causa de que la depresión mundial de la industria hizo disminuir los productos peruanos de exportación: cobre, algodón, azúcar y ha repercutido provocando desocupación y miseria. Sánchez Cerro sólo acierta a repartir azotes a todos los que protestan. En lugar de recoger las aspiraciones populares se ha aliado con la vieja casta aristocrática, conservadora, que ahora se defiende con él, como con un buen boxeador.

Los once años de dictadura que Perú vivió bajo Leguía habrán de prolongarse por un tiempo más. En vez de iniciarse un serio progreso democrático, el país retrocede a formas primitivas de caudillismo militar. Sánchez Cerro, que al principio pareció encarnar principios nacionalistas, ahora es un hombre resuelto a quedarse en el poder a cualquier precio. Este precio, desgraciadamente, consiste en el abuso de la fuerza y en mostrarse dócil a los grandes banqueros y empresas extranjeras, que lo utilizan como su instrumento, conjuntamente con la clase feudal del país. El actual ministro de Hacienda señor Olaechea, es también abogado de Seligman y Co., la firma norteamericana a la que el Perú debe 150 millones de dólares. Si el ministro es un buen abogado no puede ser buen ministro y viceversa. Sin embargo, ejerce los dos cargos.

Se vive, pues, una atmósfera de terror. Acaba de dictarse una absurda ley de imprenta que castiga con prisión a todos los que, por escrito, ataquen al gobierno. A los que lo combatan de palabra, les serán aplicadas penas mayores. Perú sufre, por tanto, una tiranía brutal. Sin embargo, como la aspiración democrática es fuerte, no será extraño que, cualquier día, se produzca otro golpe militar, que al principio se llamará libertador. pero después será también dictatorial. Perú entra a una etapa de caos militar. Sólo después de unos años de dolorosas experiencias podrán gobernar los partidos civiles del pueblo. Si los dejan.

Manuel Seoane.
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*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 222, Buenos Aires, 10 enero 1931.

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