Luis Alberto Sánchez: "La terca realidad"

Todos los años en un país de América, un día de febrero, el 22, se reúne una fervorosa e inmensa multitud para festejar una actitud, un sentimiento y un acto de fe. Lo personifican en un hombre, pero éste no es sino el pretexto para expresar algo colectivo y hondo: la fraternidad. Siendo el 22 el día escogido por el destino, podría pensarse en el natalicio de Washington, quien logró la Independencia norteamericana y fue presidente de su nación; o en Rómulo Betancourt, quien también nació ese día y fue también presidente de su patria. Y no. Se festeja un sentimiento y una conducta personificados por un hombre que no fue presidente efectivo de su patria, que fue negado sistemática y oficialmente por intereses coligados y que soporta el infortunio factual desde hace medio siglo con bandera al tope, velas al viento y brisa en el bauprés. Quisiera exonerarme de toda afinidad partidiaria y sentimental al tratar del festejo y del personaje. Espero conseguirlo con un denodado esfuerzo de voluntad: sólo para mirar mejor y en perspectiva.

Los movimientos políticos de Latinoamérica duraron con vistas al éxito inmediato. Sólo aquellos que descansaron sobre alguna base doctrinal y propia pudieron encarar la mala fortuna. El radicalismo argentino esperó un cuarto de siglo para llegar al poder. El radicalismo chileno no disfrutó plenamente del gobierno, sino como consecuencia de casi medio siglo de participación ocasional en el Ejecutivo, aunque larga en el Legislativo. Los colorados uruguayos, los liberales-radicales del Ecuador y los liberales colombianos aguardaron años, pero en libertad y con participación en el gobierno. El movimiento cuya doctrina conmemorará este año medio siglo de fundada, el APRA, ha ganado el poder comicialmente dos veces en medio siglo, y las dos veces la victoria le costó años de sombría persecución y hasta la muerte. Debió, en consecuencia, perder su clientela y abatir sus banderas; sus hombres pudieron claudicar y pasarse a otros partidos donde tuviesen mejores aperturas para gozar del poder de Poder. No ha ocurrido eso. Y ahora, a los cincuenta años de creado el movimiento, se reúnen de nuevo, el día de la Fraternidad, en torno del veterano y leal conductor que les ha guiado durante todo ese largo lapso de tiempo, Haya de la Torre, y le brindan, más que adhesión, afecto y fe.

Víctor Raúl Haya de la Torre y Luis Alberto Sánchez.

A lo largo de este medio siglo, los principios del APRA inspiraron y fueron absorbidos por diversos partidos políticos de América. Públicamente declaraba en 1938 Oscar Schnake, en presencia de Betancourt, desterrado en Santiago, que el entonces democrático socialismo chileno, así como la naciente Acción Democrática, reconocían su vínculo inicial con el aprismo. Este habló de antiimperialismo, revolución, integración latinoamericana, nacionalización progresiva de las fuentes de riqueza, frente único de clases, contacto con los pueblos oprimidos del mundo e interamericanización del canal de Panamá, cuando el sólo enunciar estos conceptos significaba prisión y destierro, cuando no algo peor. Con el correr de los años, los maldecidos principios apristas se han incorporado, como cosa natural, en transfusión no siempre aséptica, a diversos movimientos y partidos. Como no tropezaron con oposiciones cerriles, ni el condenado obstáculo conceptual de que "nadie es profeta en su tierra", muchos de ellos tuvieron la oportunidad de ensayar la puesta en marcha de aquellos principios. El APRA no. Los adversarios se le acercaban, le maniataban, le arrancaban sus ideas y lo escarnecían.

Pese a todo eso, que ya es historia imborrable, este 22 de febrero, como una lección de la "terca realidad", el movimiento se reúne en tomo de su abanderado para repetir que la fraternidad es más fuerte que el odio, y que construir embriaga más que destruir o socavar. Bendita confianza de su pueblo y sus directores cuando la terca realidad se confunde con la inevitable esperanza. En este caso es así. Y como el fundador del movimiento, no obstante todas las dificultades, se acerca al octavo decenio de su vida, en plenitud de fe, de claridad y de entusiasmo, como un signo de confianza en nosotros mismos y señalando un camino a los que nos sucedan, acudimos al llamado fraternal y destacamos esta lección de firmeza y fervor, virtudes teologales de un credo cívico de libertad, sin el cual nada de lo que hagan los hombres tendrá eficacia ni perdurará sobre la tierra.

*Artículo de Luis Alberto Sánchez, publicado en su clásica columna de La Tribuna, Cuaderno de Bitácora, 8-V-1974. 

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