Javier Barreda: "La ética política de Haya"

En los ochenta, la etapa primigenia de Haya de la Torre es objeto de estudio por diversos investigadores y desde distintos referentes de interés. Dentro del aprismo, se comienza a enarbolar las banderas insurgentes de El Antiimperialismo y el Apra. Hubo una fascinación por rescatar al Haya de la juventud y, por qué no decirlo, soslayar al Haya maduro o al Viejo Haya.

Sólo como parte de ello, tenemos un ensayo de Carlos Delgado, sobre sus escritos de 1923 (publicados recién en 1985 en la revista Socialismo y Participación). El libro de Carlos Franco Del Marxismo Eurocéntrico al Marxismo Latinoamericano (1981), que se refirió a los escritos políticos del 20 al 30 y “no a los hechos y escritos posteriores”. El trabajo de Pedro Planas, Los Orígenes del Apra, el joven Haya (1986), con el objetivo explícito de desmitificar al propio Haya. También Víctor Hurtado iniciará en 1985 sus artículos sobre el marxismo-leninismo del joven Haya, con el fin de a reponerlo con el “reformismo” del gobiernos aprista (era el rescate del hayismo-leninismo). Alfonso López Chau ingresó al debate con el Haya-mariateguismo (una síntesis del Estado Antiimperialista del Haya primigenio y el socialismo de Mariátegui).

Fuera del APRA, intelectuales rescataban al Haya primigenio, y dentro del Aprismo, ello se tornaba en voluntad política colectiva, estudiantil, juvenil, de exigencias reivindicativas; de cancelar las últimas décadas de “reformismo”, de “conversaciones”, de aquel “esperar y ver” que distinguió al APRA.

Víctor Raúl Haya de la Torre.

A esta época nos devuelve el libro de Germán Peralta, La Etica del Joven Haya (Municipalidad Provincial de Trujillo, 1995). Este es el relato de la jornada del 23 de mayo de 1923. En el cual los universitarios y los obreros organizados, principalmente desde las Universidades Populares González Prada, se opusieron a la consagración del Estado por parte del gobierno de Augusto B. Leguía, al Corazón de Jesús.

El trabajo destaca la lucha de Haya —junto con otros estudiantes y obreros— por denunciar el carácter excluyente de los políticos de entonces, su mermado nacionalismo cubierto por un exacerbado chauvinismo, la corrupción y la mediatización periodística, pero sobre todo la devaluación moral de la clase dominante de entonces frente a la generación del 20, que comenzaba a ser la portadora de nuevas y vigorosas palpitaciones sociales, culturales, políticas y morales.

Sin embargo, el libro nos puede llevar a yuxtaponer lo moral y lo ético no necesariamente lleva a asociarlo directamente a los malos comportamientos morales. Muchas veces centrar un debate histórico y comparativo entre los buenos y los malos, los Morales o inmorales, los incorruptibles y los corruptibles, entre un personaje hipermoral frente a un contorno inmoral, pueden tergiversar un análisis por preferencias o filiaciones. El libro de Peralta, en cambio, si nos ayuda a entender la ética del Joven Haya del 23 y su generación; la ética en el sentido de Max Weber, de principios y valores que dan sentido a nuestra acción (política).

Está ética consistía en entender la Praxis como lucha contra “los políticos profesionales, el clero, la prensa grande, el ejército”, la incorporación de los excluidos a los derechos.ciudadanos, la pedagogía popular y la lucha por la justicia social, la acción por la integración continental a través de las nuevas “generaciones rebeldes”, la autonomía conceptual y política; pero también, una autopercepción redentora, casi exclusiva, de la propia generación del 20, “que no tuvo maestros porque a todos los vio claudicar”. De ella era parte un Haya insurgente, pero aún sin una propuesta programática definida y objetivos políticos precisos.

Sin embargo, cuando Haya define estos dos últimos elementos, después del año 23, es que se va definiendo en él otra ética, la ética de la responsabilidad, del político constructor de un partido, de quien busca el poder para transformar, de quien hace alianzas y conspira, quien se guía por las necesidades reales antes que por los valores últimos o apotegmas definitivos. Ese ya el Haya de carne y hueso, con aciertos y equivocaciones, que ingresa para siempre al terreno de esa intensa lucha de voluntades individuales y colectivas que es la política. Un Haya no idílico, sino concreto, en el tiempo y ante cada realidad. Un Haya poco estudiado, pero que a fin de cuentas es el que ingresó a la historia moderna del país.

*Artículo de Javier Barreda, publicado en el diario La República, lunes, 4 de noviembre de 1995, p. 16.

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