Salomón Wapnir: "La personalidad de Haya de la Torre"

Nació Víctor Raúl Haya de la Torre en Trujillo (Perú), en las postrimerías del siglo pasado. Para que sus actos fundamentales posteriores asuman mayor relieve, se hace indispensable el anotar que desciende de una familia cuyo título más venerado es el escudo de armas que ostenta el frente de la vieja y austera casa familiar. Sobre ella gravita todo el peso de arcaicos prejuicios y convencionalismos, entre los que habían de ejercer su influencia más decisiva los derivados de la religión y de los vetustos principios nacionalistas. Fué su padre diputado nacional y un tío vicepresidente de la república.

Siguiendo normas consagradas, hizo sus primeros estudios en un colegio de religiosos franceses, en donde pusiera en evidencia sus ingénitas condiciones de rebeldía. No logró distinguirse entre los educandos de los clérigos ni hubo de obtener, por consiguiente, ninguno de los premios asignados a las virtudes pasivas de los alumnos conventuales.

Del colegio pasó a su hogar, en el cual, por imposición de las costumbres de la vida aristócrata de su rango social, hubo de convertirse en uno de los tantos floridos señoritos, muñecos que pueblan los salones, evidenciando la culminación de un híbrido dandismo. No era este el sendero de sus inclinaciones. La inquieta flor de la vida que reclama nuevos climas y cielos a los privilegiados pletóricos de ansias fecundas y nobles, habría de orientar su existencia hacia distintos rumbos. El abandono de su familia y de cuantos vínculos le ligaban a una clase con cuyo espíritu no comulgaba y cuyos principios combatía con la fe y sinceridad de su juventud iluminada por un recio amor hacia los nuevos ideales del derecho y de la justicia, llevole a conocer nuevas tierras, paisajes y emociones. Recorrió pueblos y aldeas, curioso impenitente, hasta llegar a los umbrales de Lima. Entabló en la capital de su patria recia lucha. Vivió de su propio esfuerzo. buscando en las tareas materiales el cotidiano recurso de sostén. Tales preocupaciones no restaron energías a sus anhelos de superación cultural. Fué de los estudiantes más pobres de la Universidad, pero indiscutiblemente también de los más estudiosos, inteligentes y tesoneros.

Víctor Raúl Haya de la Torre y Armando Villanueva del Campo.

En tales circunstancias inicióse en la acción combativa prodigando su brillante oratoria en los sagrados motivos de la justicia social. Actuando en la Federación de estudiantes, tuvo oportunidad de concurrir como delegado ante el comité de huelga pro jornada de 8 horas, en 1919. De aquí su contacto con los obreros, contacto que habría de reclamar en lo sucesivo a toda hora, anheloso de constituir la gran alianza de los trabajadores del músculo con los del pensamiento.

En ese mismo año tomó parte en la reforma universitaria que lo contara entre sus agitadores más activos. Su acción fué tan eficaz y su influencia tan decisiva y preponderante, "que, en plena lucha, fué elevado al cargo de presidente de la institución representativa de todos los estudiantes del Perú, cargo que hasta entonces había sido ocupado por señoritos". Este organismo, que permaneciera anquilosado, carente de la fuerza impulsiva y dinámica que habría de abrigar como exponente de juventud, viró de inmediato hacia la izquierda, hacia los puestos de lucha, hacia la acción fecunda y creadora.

Después de llevar al triunfo los postulados de la juventud, se ocupó en organizar la confraternidad intelectual de América. Al calor de su entusiasmo y su fe, se realizó el congreso nacional de estudiantes de la ciudad de Cuzco en 1920. Fué de allí de donde surgió la idea de fundar las Universidades Populares "González Prada", que Haya de la Torre dejará constituídas el 22 de enero de 1921.

Realizó el primer convenio estudiantil de América con la Federación Universitaria Argentina, en cumplimiento del cual viajó en 1922 por la Argentina, Uruguay y Chile, colaborando en las distintas agitaciones y movimientos renovadores.

Sus fecundas campañas contra la dictadura del gobierno de Leguía provocaron su prisión primero y su destierro, después. Era un elemento activo, inteligente y de acción eficaz en las filas de la izquierda y por ende una figura peligrosa para las huestes reaccionarias. Se imponía su eliminación. Para lograrlo no habría de necesitarse un largo expediente. Se fraguó un intento de conspiración civil encabezada por políticos opositores y con los cuales Haya de la Torre estaría en contacto. Nada importaba que fueran populares sus ideas por las cuales combatía toda laya de políticos burgueses y por las que encontrábase lejos de toda concomitancia con idénticas fuerzas amorales y reaccionarias, ávidas tan sólo de los manejos del gobierno. "Sin oírme, dice Haya de la Torre, se me enviaba prisionero, incomunicado. reducido al violento silencio, a la isla en que se pudren un sinnúmero de víctimas, de todas clases sociales. arrojadas allí por sospechas o por venganzas." Los estudiantes y obreros protestaron por tan grande injusticia. Se produjo la huelga general y en Vitartes, como en otros puntos del Perú fueron masacrados los hijos del pueblo que salieron a la calle a dejar oír su palabra de rebelión contra la tropelía cometida con Haya de la Torre por el malón retrógrado.

Fué en estos momentos de efervescencia cuando la mano de un proletario, venciendo enormes y difíciles vallas, trajo la carta que desde su prisión enviará a los obreros y estudiantes el valiente luchador. Su lectura templa el espíritu; ella es un dechado de fe y sinceridad, de valentía y de amor hacia la causa. "No sé cuál será mi suerte, ni me interesa pensar en ella. Cuido si de ratificar en estos interesantes momentos de mi vida, la afirmación de mi credo revolucionario, ajeno y muy lejos de la podredumbre política nacional. Representó un principio, un credo, una bandera de juventud. Agito y agitaré las conciencias hacia la justicia. Lucho por producir la precursora revolución de los espíritus y maldigo con todo el calor de mi convencimiento a los explotadores del pueblo que hacen del gobierno y la política vil negociado culpable." De nada valió el clamor de tan grandes como sinceras protestas. La autoridad despótica del tira- no habla de consumar su plan de acción tendiente a silenciar la palabra de cuantos, elevándose por encima de tanta hipocresía, mentira, servilismo y cobardía, atrevíanse a descorrer el manto infeccioso de las lacras que cubrían las almas y los actos de una clase viciada y bamboleante.

Haya de la Torre hubiera también, como tantos otros desdichados soldados de la gran causa social, perecido en la tétrica prisión de la isla de San Lorenzo, hermana en destino a la Más Allá chilena y a la Isla del Diablo francesa, si la huelga de hambre que empleará como recurso de protesta no originará su destierro. "Cuando mi resistencia física flaqueaba y surgió —por afirmación de los médicos que el gobierno enviaba— el peligro de un sincope mortal, por alteraciones cardíacas, se me embarcó precipitadamente, sin más equipaje que mi ropa puesta, en un transatlántico alemán, en el que, hasta el límite del litoral peruano, permanecí incomunicado por una comisión policial compuesta de seis agentes. El destierro era para mí una forma de libertad, quizá la única forma de libertad, ya que en el Perú no existe." Conducido hasta Panamá, se trasladó a Méjico, respondiendo a una invitación de Vasconcelos.

Fué la suya una hermosa gira. En Cuba los estudiantes le nombraron presidente de honor, título que ya le fuera discernido por los del Perú. Los de Chile y Panamá le designaron miembro honorario. En Méxjico estudió ampliamente el proceso de la revolución. De allí partió para Rusia en donde obtuvo un abundante material de observación y estudio para la divulgación del juicio y relato de lo que viera en la primera república obrera, todo lo cual formará un próximo libro que publicará al respecto.

Después de viajar por todos los países de Europa, su salud, quebrantada por los sufrimientos de las persecuciones policiales de Lima y de la huelga de hambre con que se librara del martirio de la prisión de la isla de San Lorenzo, se vió resentida y esta vez muy gravemente. Radicóse en un sanatorio de Crimea primero y luego en otro de Laysin, Suiza. La persecución del tirano Leguía había de cruzar el Océano e internarse en los pueblos de la vieja Europa en busca del generoso luchador, herido en ese instante por las mismas armas de la reacción capitalista. A reclamación del Perú, el gobierno de Suiza ordenó el destierro de Haya de la Torre. Fué a Italia y pocos meses después se trasladó a Inglaterra para ingresar en la Universidad de Londres, donde por su contracción a los altos estudios mereciera honrosas distinciones y una recomendación oficial ante la Universidad de Oxford.

Haya de la Torre, dicen sus compañeros de destierro radicados en nuestro país, no sólo es un gran estudioso y un notable orador, sino también un hombre de una vida purísima y un optimista inmarcesible. Por eso contra él se han quebrado las calumnias de sus enemigos, que lo son a la vez de la causa de justicia que defiende. Su prestigio se extiende hoy a todos los países de América Latina. El congreso nacional de estudiantes de Méjico le acordó el título de "Representante genuino de la juventud latino-americana".

Romain Rolland, el indiscutible maestro del siglo, ha dicho de Haya de la Torre: “He visto en él el espíritu más generoso y más justo, sinceramente desgarrado por los sufrimientos de su pueblo, pero profundamente imparcial, equitativo, ansioso de verlo y comprenderlo todo.”

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 214, Buenos Aires, 13 septiembre de 1930.

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