Luis Alberto Sánchez: "Pedro Muñiz fue un soldado disciplinado del APRA"

Se nos ha ido un hermano. Si no se ha ido un combatiente. Hombre de raza, terraza ejemplar, duro y tierno, como su tierra, esta tierra dulce y cruel, este Perú que deja trae a sus mejores hijos en la oscuridad, cuando son como Pedro, en su propio intransferible fulgor.

Sería prematuro y quizás tormentoso intentar ahora el esbozo biográfico, inevitable en tales circunstancias. Lo abreviaremos. Pedro Muñiz fue un ingeniero de Minas, creador y organizador. Tenía ciencia y conciencia, inspiración y método. No practicó su oficio como tal, sino con el corazón y la cabeza. Había bebido desde niño lecciones de esas que jamás se olvidan; de esas que moldean un ser generoso, cordial y disciplinado. Por eso figuró como adalid en aquella promoción ya histórica que fundó el Apra. Muñiz ejerció además en momento de tinieblas para la Patria, la Presidencia de la Federación de Estudiantes del Perú; una Federación que luchaba abierta y limpiamente por la justicia social para todos y por la gloria de la universidad.

Trabajo con ahínco y con fruto. No fue nunca un ingeniero de gabinete, a pesar de que era catedrático. En Ica, en Cerro, en Huánuco, en Guatemala, en Cuba, en las minas y en el taller, lado helado con el pueblo trato de ejercer su profesión como sacerdocio. Para ello puse a lo que no mucho poseen: talento y bondad, alegría y amor.

Dirigentes del APRA en 1931. De izquierda a derecha: Pedro E. Muñiz, Luis Heysen, Manuel Seoane, Haya de la Torre, Carlos Manuel Cox, Magda Portal, Samuel Vásquez, Manuel Vásquez Díaz y Zoila Haya de la Torre.

Perteneció a la inolvidable pléyade de la Célula Parlamentaria Aprista de 1931 que contribuyó a forjar la cotización vigente. Salimos juntos al destierro. En él, dió ejemplo de diligencia y lealtad. Publicó con Carlos Showing, en Colombia, un magnífico libro político que Alberto Lleras Camargo calificó de indispensable. Sufrió todos los envases de esta larga ya angustia lucha que hasta su fin —prematuro y amargo— nos congregaba fraternalmente. Fui de nuevo parlamentario, siempre aprista, en 1945. En esa oportunidad, desempeñó en forma enaltecedora la presidencia de la Cámara de Diputados. Participó con la claridad y elegancia que le fueron características en campañas y leyes memorables. Contribuyó eficazmente al proyecto de un nuevo Código de Minería; inspiró y perfeccionó la Ley sobre la Corporación del Petróleo, acerca de lo cual tenía un libro en colaboración con Carlos Manuel Cox. 

Nada de esto impedía ni atenuaba su actitud radical de combatiente. Así, como en 1931 arriesgó la vida en Huánuco, y en 1932 en Lima; y así como en 1935 con otro compañero insobornable, no titubeo en ingresar clandestinamente al Perú, para continuar la batalla de su vida; y así como purgó durante cinco años, en la Penitenciaría, sin proceso ni sentencia, el delito de querer ser libre; así en 1948, cuando un golpe no ha aclarado aún, paralizó al Parlamento y luego decapitó al Ejecutivo, Pedro Muñiz, rompiendo el cerco policial que lo amenazaba, se evadió del asilo diplomático, para seguir peleando, en donde tuviera aire y medios para hacerlo. De este otro destierro, en que atesoró enorme experiencia en materia minera, en Cuba, Guatemala y Estados Unidos, Muñiz retornó para seguir siendo un militante, cómo lo ha sido hasta la hora de su muerte, colaborando activamente con la Comisión Política del Partido del Pueblo, en la que éramos compañeros y colegas.

Vida noble y paradigmática. Los que compartimos con él la emoción auroral de la Fundación del Apra y las terribles horas de la persecución y las dolorosas del destierro, y las embriagadoras del triunfo, y las inolvidables de la agonía cívica, nos acercamos a su fresca y siempre viva presencia en la hora en que al fin se cumple la justicia por encima de los rencores, de las envidias, de las negociaciones y de los frustramientos.

Pedro Muñiz, líder de veras, por su alto valor y su onda conciencia partidaria, fue un soldado disciplinado del APRA. No se envaneció con sus méritos sin duda altísimos. No quiso nunca perturbar la solidaridad, es decir, la solidez plural y mancomunada del partido que espontáneamente escogió como el mejor método y vía saciar las ansias de libertad, justicia y progreso del Perú.

En nombre de los fundadores del Partido, en nombre de la Primera Célula Parlamentaria Aprista, de la Comisión Política y de los entrañables hermanos que esperamos en lealtad y a pie firme tu llamado: Pedro Muñiz descansa en paz.

*Homenaje de Luis Alberto Sánchez a Pedro Muñiz. La Tribuna, viernes 16 de diciembre de 1966, p. 3.

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