Haya de la Torre: "César Vallejo, uno de los espíritus más sinceramente que he conocido""

Breves lineas para demandar de la intelectualidad del periodismo limeños, el calor generoso de su apoyo al poeta César Vallejo, encerrado hoy en una celda de la cárcel central de Trujillo por mandato de la justicia provinciana de un remoto y andino lugar norteño.

Vallejo después de largos años de ausencia se había internado hasta el terruño llevando con sus presagios y sus triunfos la ofrenda de su dolor a la tumba de la madre muerta. Allá le recibió la rencilla lugareña y perene tradicional y reptante, que culmina en la emboscada sórdida, en el ataque a mansalva y en la rápida conjuración del tinterillismo, del papel sellado, del Código y el carcelazo. Y acusado de mil delitos, el poeta, rebelde en el arte y en el ritmo, dueño ya de su camino luminoso y nuevo, se le ha trasladado maniatado y vencido al presidio de Trujillo.

Algunos miembros de la Bohemia de Trujillo en un banquete a Cecilio Cox, el 4 de julio de 1915 en la playa de Buenos Aires. Archivo Alberto Vera La Rosa

Confundido con criminales y degenerados, con salteadores y bribones, César A. Vallejo, uno de los espíritus más sinceramente buenos que he conocido y de los pocos talentos que cabe admirar sin reservas, espera en la celda un fallo equívoco e inaceptable quizá, "teniendo a la vista" un expediente de factura siniestra en que se le acusa de homicida, de incendiario, de calumniador y de ladrón. 

El cantor de "Los heraldos negros" grita desde la cárcel: "Se trata de asesinarme la juventud que es el único que tengo de presente y de tesoro". Su voz amargamente sincera nos recuerda que Vallejo es pobre y modesto. No es su dolor un imperativo de acción solidaria en su favor para todos los que le conocemos.

Recordemos su juventud, el alto valer de su mentalidad vigorosa, el dolor de su vida de inquieto, de soñador y de humilde, y dirijamos al poeta aherrojado nuestra voz de aliento. Ya los jueces, no les pedimos clemencia, que no cabe ante la inocencia; basta un llamado a su superioridad espiritual y a su sentido de humanidad, norma de toda justicia.

Chorrillos 1920.

V. R. Haya de La Torre

*La Prensa. Edición de la tarde. Lima, lunes 29 de diciembre de 1920, p. l.

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