Haya de la Torre: "El APRA y la Reforma Universitaria"

Las ideas que forman la esencia de la doctrina de González Prada, fueron tomadas por nuestro movimiento de la Universidad Popular. De ahí comienza nuestra cruzada. De ahí comienza nuestra labor proselitista, que no era política en aquella época pero que sentó las bases de un nuevo concepto revolucionario que es concordante con el espíritu, la tradición y la historia de América Latina. 

La América Latina o Indoamérica ha luchado siempre por la libertad, y nosotros hemos tenido, en todo momento, la concepción clara de que sin libertad no hay justicia. Porque la justicia pueden tenerla otros pueblos sin tradición de libertad, como un objeto único. Pero no los nuestros. Porque nosotros, en cierto modo, somos herederos del principio y de la tradición de la Revolución Francesa, que fue la que inspiró nuestra independencia y porque el hecho de que no se haya cum- plido la democratización de los pueblos latino o indoamericanos, no quiere decir que haya fracasado la democracia. Porque sólo los pueblos que vivieron al amparo y bajo la proyección del renacimiento y de la Revolución Francesa, son los que realmente constituyen la base de la sociedad contemporánea y libre de hoy. 

Con este propósito, nosotros quisimos que la revolución tuviera, pues, una verdadera orientación de tipo cultural. De ahí que la Reforma fue coetánea, coeva y coincidente con nuestro movimiento. Se ha dicho mucho que el movimiento aprista es una consecuencia de la revolución universitaria y de la revolución mexicana. Nosotros llamamos a la Reforma Universitaria, la Revolución de los Espíritus, porque queríamos una renovación de las universidades, no para hacer más fácilmente más profesionales. Lo dijimos siempre. No para facilitarle al estudiante la manera de conseguir un diploma sin saber mucho. Nosotros quisimos precisamente lo contrario: darles a las universidades una nueva validez, un nuevo sentido, una nueva proyección. Hacerlas verdaderos centros de cultura. Desprofesionalizarlas, en el sentido de que no sólo el diploma fuera el objetivo del universitario. Crear los ámbitos de la investigación desinteresada. Hacer de ellas lo que han sido las universidades del mundo, en el campo científico, la exploración, en las que no es el interés profesional lo que prevalece, sino el amor a la ciencia y la devoción por la cultura. 

Víctor Raúl Haya de la Torre.

Ese fue el afán de la revolución o Reforma Universitaria. Y así comenzó. Había que sanear había que limpiar las Cátedras donde permanecían aterrados viejos señores, que eran, sobre todo, vicios por sus ideas, y nosotros lo logramos en esa primera etapa, tendiendo a la democratización universitaria. Porque entonces, cuando nosotros comenzamos el movimiento, era sólo una minoría muy reducida la que podía ingresar a la Universidad. Por eso nosotros quisimos que las puertas de la Universidad se abrieran, para que miles y miles de estudiantes pobres que no podían llegar a los claustros universitarios, tuvieran la posibilidad de hacerlo. Y así nosotros comenzamos esa etapa de la reforma universitaria, que fue verdaderamente una etapa de democratización institucional, pero también de exaltación de los valores culturales de nuestros centros de educación superior. Allí coincidimos con esta gran acción de la juventud que se expande por todo el continente, que comienza en Córdoba, Argentina, y culmina en 1921 en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes de México. Allí queda también establecido el principio de que el estudiante tiene como obligación —por recibir privilegiadamente una enseñanza que el pueblo paga— devolverle al pueblo parte de esa enseñanza que recibe por un azar de la fortuna. Y entonces, la Universidad Popular quedó establecida como una obligación del estudiante, como una responsabilidad. Y esa Idea que había sido sustentada en el Primer Congreso de Estudiantes del Cuzco, repercutió, aprobada, en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes de México de 1921. Estos son los antecedentes. De aquí que, en 1924, surge este movimiento ya definido políticamente como una expresión continental de la aspiración de justicia, inseparable de la aspiración de unidad, inseparable de la aspiración de libertad, que constituye la tradición política y principista.

Así fue como surgió el Apra, intransferiblemente nuestra, como algo que respondía a la realidad social, económica, histórica, objetiva, como se dice ahora, de nuestra verdadera vida y de nuestra verdadera tradición. Así surge el Aprismo. Primero, enseñándoles a los pueblos que no hay movimiento nacional de veras revolucionario en América Lati na, que sea solamente un movimiento limitado, circunscrito a los lin deros de un país. Que es necesaria la dimensión continental, porque los problemas sociales, económicos, políticos de cada país de América Latina, son problemas interdependientes y por ende, continentales. Este fue el nuevo mensaje, porque la tradición y el antecedente bolivarianos que comienzan con Miranda, esto es, de independizar a los pueblos latinoamericanos uniéndolos al mismo tiempo, no había te nido sino expresión política y casi también una especie de dimensión idealista o quizá de mimesis por haber visto surgir a los Estados Unidos como una unidad y no como una dispersión de trece colonias. Aquí no se pudo cumplir el sueño de Bolívar, pero el año 1924 se le precisa, concreta, moderniza, se le hace doctrina contemporánea y se le enseña al latinoamericano lo que hoy vemos comprobado absolutamente: que no hay posibilidad de verdadera revolución, de verdadero antiimperialismo en América Latina, si, coincidentemente, simultáneamente, no se es unionista, continentalista y partidario de la coordinación política, económica de América Latina. 

Ahí comienza la diferenciación de nuestro movimiento con relación a cualquier otro movimiento político y social de América Latina y de continente alguno. Nosotros teníamos esta visión nueva, señora, de lo que era nuestra revolución. Porque no podíamos caer otra vez en in imitación, en el remedo, de la doctrina política europea para adaptarla y copiarla sin correcciones ni reajustes a una realidad como la nuestra, que era peculiar y diferente. De ahí que nosotros entonces tuvimos que centrar el enfoque de nuestro propio problema. frente a nuestra propia realidad. Y otras diferenciaciones aparecieron como caracteristica de nuestro movimiento social y político, pues, a diferencia de Asia o de Europa, el continente latinoamericano no es un continente superpoblado, sino infrapoblado, donde puede darse la paradoja y el espejismo, si tomamos un país separado de la América Latina, como El Salvador o Haití que resulten superpoblados. Pero si consideramos el continente como tal, en esa proyección de unidad, que es la aspiración del Aprismo y la base de su doctrina, nosotros encontramos, como he dicho muchas veces, estas cifras elocuentes que deben tenerse siempre en mente, porque de allí comienza nuestra interpretación, nuestro enfoque de la realidad sociológica y económica latinoamericana. El continente latinoamericano tiene 20 millones de kilómetros cuadrados y solamente, hasta hoy, 204 millones de habitantes. Es decir, más o menos, 10 habitantes por kilómetro cuadrado. Si nosotros comparamos esto con la China o con Inglaterra, o con cualquier país de Europa. comprobaremos que somos un país despoblado. Entonces el problema, despejada esta incógnita, no es el de la superpoblación. No es el del crecimiento explosivo de una población que no tiene donde vivir. Es, precisamente, lo contrario. Es el de un continente semivacío, en el cual, esta proporcionalidad aritmética entre la extensión y la población. tiene, sin embargo, que condicionalizarse por el hecho de que los espacios enormes de América Latina, que lo hacen, aritméticamente, continente despoblado, lo hacen algebraica o geométricamente un continente superpoblado, Porque gran parte de esas extensiones contornales geográficas son inhabitables o necesitan de la mano del hombre para volverlas fértiles y propicias a la habitación. 

Aquí está nuestra primera deducción: entonces, ¿quién es nuestro enemigo? Nuestro principal enemigo es la geografía. Claro que circunstancialmente es enemigo el que se apoderó a los que se apoderaron de esos retazos fértiles de nuestra América: El gamonal, el latifundista o el explotador Pero si nosotros tendemos una mirada de atco en el concepto revolucionario y creador, tenemos que decir: "nuestro enemigo es la geografía, y cuando yo venza la geografía con la irrigación, con el camino con la perforación de túneles, con la conquista del trópico, entonces quedará arrastrado, en este movimiento de con- quista, el latifundista y el explotador del oasis que lo consideraron como objetivo de su ambición". (Aplausos). 

Los que éramos jóvenes aprendimos estas enseñanzas y descubrimos allí, en esos objetivos, la verdadera bandera de nuestra revolución Lo realmente admirable e interesante es que no solamente los jóvenes estudiantes de nuestra época, sino los trabajadores, el pueblo, que no estaba listo para entender nuestra doctrina, intuyó, aprobó y abrazó esta fe, que significaba un planteamiento completamente nuevo de la problemática social y económica de la América Latina. Ese es el valor del Aprismo. Por un ideal nuevo. Por una bandera desconocida hasta entonces. Por un vocabulario que no era el manido, el transferido, el importado y copiado de los folletos de propaganda. El Aprismo erigió su propia filosofía, su propia doctrina, su propio léxico, su propia verdad y su propio martirio. (Aplausos).

Allí, compañeros, surgió una juventud con fe, una juventud que supo ir al cadalso por estas ideas, una juventud que afrontó la incomprensión de tanta gente que no entendía al Aprismo. Do tanta gente que quería clasificarlo dentro de los esquemas conocidos. Yo recuerdo que en el año 31, cuando el Partido aparece, con este nuevo mensaje, entonces la gente dice: "Qué son éstos? Socialistas? No son. Comunistas? No son. Fascistas? No son... Pueden ser fascistas, pueden ser comunistas, pueden ser socialistas. Y nosotros decíamos: la cosa está escondida en la magia de una nueva palabra: "Somos apristas y hay que aprender a deletrear esta nueva sigla": ¡Para que aprendan a deletrear esta nueva sigla pasaron 30 años! (Aplausos). 

Pero en esos treinta años, nosotros creamos un movimiento que se enfrentó a todas las formas de la reacción: En el exterior, al imperialismo y el comunismo; en el interior, a la oligarquía, a la reacción, a lo que representaba la fuerza interna de todo lo que resistia al progreso y a la justicia Así surge el movimiento, así sobrevive, así lucha, así contrarresta todas las previsiones de su fallecimiento y su sepelio, repetidamente lanzadas por los que esperaban que algún milagro produjera en nosotros un infarto cardiaco colectivo. (Risas). Pero no morimos de infarto cardiaco colectivo. Por el contrario, creamos un grande y nuevo corazón peruano que ha resistido y resiste a todos los embates, que está, sobre todo, seguro de su supervivencia. (Aplausos).

Discurso de haya de la torre de la juventud universitaria aprista en Lima en octubre de 1965.

Comentarios