Haya de la Torre: "El APRA es una doctrina"

La conocida revista "Atenea", de Concepción (Chile), ha planteado una interesante encuesta a los intelectuales latinoamericanos. Les invita "a manifestar en sus páginas las ideas que tengan sobre las medidas y reformas que convendría implantar para restaurar y afianzar la independencia económica de las naciones latinoamericanas con los corolarios de orden interno e internacional que este hecho determina".

La cuestión no puede ser más interesante. Sobre la posición de dependencia económica de la América Latina, respecto de los Estados Unidos y de Europa, se han esbozado hasta ahora numerosas tesis que podrían llamarse de "planeamiento" sin una fórmula completa para la solución del grave problema que esa dependencia lleva en si. Es preciso anotar —aparte simpatías partidistas— que sólo el Apra ha ofrecido hasta hoy una teoría integral.

Sin perjuicio de ampliar más tarde las ideas de este artículo, conviene ante todo señalar dos puntos de vista para la solución del problema. El de una fórmula radical que implique la abolición total del sistema capitalista —del que la dependencia económica latinoamericana es una consecuencia— o el de una fórmula transicional que suponga la prevalencia del capitalismo y la restauración de la independencia latinoamericana dentro de él.

En el primer caso, habría que decidirse por la filosofía y la política marxistas, representadas en el campo de la acción europea por los partidos comunista y socialista que son sus ramas de izquierda y de derecha, respectivamente. Pero la destrucción del sistema capitalista debe producirse donde el capitalismo existe, en sus centros mismos de origen y dominio. La América Latina no es zona característicamente capitalista. Por no serlo, es zona de dependencia económica del sistema capitalista. Marx y Engels sostienen que el capitalismo sólo puede ser destruido por el proletariado industrial organizado en fuerza política de partido. Y obvio es agregar que la acción del proletariado —revolucionaria o evolutiva— debe producirse en los mismos centros o zonas donde radica el sistema para poder destruirlo. La revolución rusa al capturar el poder para los comunistas en un país donde el capitalismo sólo existía incipientemente y como una dependencia o parte del sistema cuyo centro son los grandes países industriales, nos demuestra que al no invadirlos, no logra destruir el sistema mismo. El proletariado ruso consiguió abolir el capitalismo en Rusia, pero hasta ahora no ha podido obtener que las grandes mayorías del proletariado industrial en los pueblos económicamente más adelantados del mundo, completen la tarea que debido a la subsistencia del sistema tampoco ha podido cumplime en Rusia sino parcialmente.

Resulta, pues, que, en el primer caso anotado, la independencia económica de la América Latina depende de la abolición de todo el sistema capitalista mundial y que ella no puede realizarse completamente sino cuando el proletariado de los grandes países industriales destruya sus raíces mismas. Aun suponiendo que una revolución latinoamericana llegará a derribar desde sus bases el capitalismo, que dentro de su área geográfica es todavía incipiente y subalterno, la independencia económica latinoamericana sólo sería parcial —como es la de Rusia actualmente— mientras subsistiera el sistema capitalista en los países económicamente más desarrollados, o sea en los que son típicamente industriales o imperialistas, como un resultado de su desarrollo.

Queda el otro caso, que supone no aguardar hasta que los proletarios industriales de los grandes países capitalistas destruyan el sistema que es origen de nuestra subordinación. tratando de conseguir la independencia económica de la América Latina dentro del capitalismo. Dos cuestiones conviene examinar situándonos en este punto de vista. O pretendemos la independencia económica latinoamericana con miras al sostenimiento del sistema capitalista, o tratamos de obtenerla teniendo en cuenta la posibilidad de su destrucción.

Si lo primero, la tendencia económica debería orientarse a la industrialización completa de la América Latina para hacer de ella una gran potencia capitalista como han llegado a ser los Estados Unidos del Norte. Y esta tendencia se encuentra ante algunas graves cuestiones: la de la imposibilidad de erigir simultáneamente y con poder semejante veinte potencias industriales sin caer en el peligro de nuevas dependencias de las menos ricas o más débiles, o —en el caso de unirlas políticamente— la de nuestra posibilidad o imposibilidad de afrontar con ventaja la competencia de los pueblos industrialmente más desarrollados, cuyos excesos de producción y de capital les impone buscar mercados y zonas de inversión por fuerza. Esto sin olvidar que el hierro y el combustible son elementos necesarios para la completa culminación del industrialismo y que el sistema capitalista resiste tanto como puede todo plan de competencia. Razón determinante, esta última, de nuestra actual dependencia económica particularmente manifestada en el dominio de casi todas nuestras industrias importantes que ejerce el capital, extranjero, vale decir, el imperialismo.

Si lo segundo, la teoría aprista ha dado hasta hoy el rumbo más certero. El aprismo sintetizando sus principios teóricos considera que el imperialismo, "última etapa del capitalismo” en los pueblos industriales, representa en los nuestros la primera etapa. Nuestro capitalismo nace con el advenimiento del imperialismo moderno. Nace, pues, dependiente y como resultado de la culminación del capitalismo en Europa Inglaterra especialmente —por las condiciones naturales de los Estados Unidos, el desarrollo del capitalismo en ese país se cumple vertiginosamente hasta alcanzar la etapa imperialista. América Latina resulta el campo de lucha del imperialismo europeo y del norteamericano y nuestra dependencia económica se hace cada vez más grave con la victoria del poderoso vecino sobre el competidor europeo. Los métodos del capitalismo norteaemricano, cumplen más vastamente el fenómeno de la concentración capitalista. Nuestro capitalismo incipiente es absorbido por el gran capitalismo imperialista. La vida económica de la América Latina queda así, cada vez más, subordinada al imperialismo norteamericano, o al europeo inglés especialmente donde éste ha podido resistir. 

El imperialismo tiene en nuestros países zonas de inversión de capital y de explotación de materias primas, y mercados de venta para sus productos industriales. Las inversiones de capitales en la explotación de nuestras materias primas da al imperialismo el contralor de nuestra producción, las inversiones en empréstitos gubernamentales completa su predominio económico en el plano de las finanzas y permite la subordinación total o parcial del Estado. Los mercados para los productos industriales son así progresivamente monopolizados.

El aprismo plantea entonces la necesidad de la nacionalización de las fuentes de producción realizada por el Estado. Pero demanda que el Estado represente a las clases productoras. Como éstas no pueden ejercer el dominio estatal completamente por falta de preparación para el gobierno entre las campesinas y en las obreras por falta de número de conciencia clasista también —condición típica de nuestro incipiente desarrollo económico— en el dominio del Estado deben participar las clases medias campesinas y urbanas —pequeños propietarios, artesanos, pequeños comerciantes, intelectuales, etc.— constituyendo un frente único de las clases oprimidas por el imperialismo en un tipo de Estado no ya instrumento del imperialismo para la esclavización de las masas nacionales, sino su órgano de defensa. Base ésta de la tesis del "Estado anti-imperialista".

El Estado anti-imperialista, formado por una alianza de clases oprimidas por el imperialismo, controlaría la producción y distribución de la riqueza, realizando la nacionalización progresiva de las fuentes de producción y condicionando la inversión de capitales y el comercio. Sería el órgano de relación entre la nación y el imperialismo mientras éste exista y la escuela de gobierno de las clases productoras para cuando el sistema que determina la existencia del imperialismo desaparezca,

Como el socialismo no puede imponerse mientras el industrialismo no haya cumplido su gran etapa histórica y para la industrialización de nuestros pueblos será necesario, en tanto exista el capitalismo, tener capitales, el Estado —tendiendo a la nacionalización socialista de la producción— deberá condicionarlos. Como, a su vez, el capitalismo se expande por una ley económica que no puede eludir por ser contextual al sistema, los capitales se invertirán siempre, malgrado todas las condiciones. Malgrado todas las condiciones también, el Estado anti-imperialista recibirá del imperialismo todos los productos manufacturados que le sean necesarios y venderá todas las materias primas que la gran industria siempre necesita más y más.

Esta ley económica que impone al gran capitalismo aceptar cualquiera condición que se le imponga a cambio de realizar una inversión no fué jamás comprendida por las clases que hoy representa el Estado latinoamericano, clases de tipo feudal, interesadas, fraccionaria o totalmente, en la expansión imperialista, que usufructúan temporalmente. Sólo un tipo de Estado que represente a las clases oprimidas por el imperialismo y orientado hacia la nacionalización de la producción podrá condicionar al capitalismo imperialista, sometiendo su imperativo de expansión.

Obvio es agregar que la organización del Estado aprista o anti-imperialista impone la unión política de América Latina. Unión política que implica la unión económica. La resistencia al imperialismo no puede cumplirse por un país aislado de la América Latina. Si un Estado resiste y condiciona al capitalismo extranjero mientras otro abre las puertas y facilita la subordinación económica de su país al imperialismo, ocurriría lo que con el petróleo nos demuestran Méjico y Venezuela. Mientras aquél condiciona, este hace política de "puerta abierta". El imperialismo escoge entonces el campo de inversión más fácil y consecuentemente, la producción petrolera aumenta en Venezuela. Como se sabe, por las condiciones naturales del territorio latinoamericano, nuestros veinte países en orden a la producción constituyen una zona agrícola-minera sin mayores variantes exclusivas.

Para el cumplimiento de la doctrina aprista se ha constituído un partido que, como la obra que pretende realizar, es partido latinoamericano. La base de ese partido son los productores, en alianza con las clases medias también en lucha contra el imperialismo. El partido trata de formar “conciencia anti-imperialista” en las clases trabajadoras. Conciencia de que son ellas las que producen el imperialismo y son sólo ellas las que pueden imponerle condiciones y constituir una fuerza de liberación, sin esperar que los proletarios de Europa y los Estados Unidos destruyan el sistema capitalista origen del imperialismo. La alianza con las clases medias refuerza la acción de las clases trabajadoras, especialmente las que son específicamente obreras, jóvenes para el contralor del Estado como joven es en América Latina el sistema que determina su existencia como clase. 

El aprismo deja abiertas las puertas al porvenir porque consiguiendo la independencia económica de la América Latina —independencia que habrá de labrarse en el equilibrio de condiciones para el intercambio de materias primas y productos manufacturados e inversión de capitales bajo el principio de nacionalización progresiva de las fuentes de producción bajo el contralor del Estado— permite el proceso del industrialismo en nuestros países y por ende el de la formación y definición de una clase obrera que surge en condiciones favorables para el más pronto gobierno total de la economía al producirse la abolición del sistema capitalista.

Y el aprismo, mientras ese proceso evolutivo se cumple, utiliza las fuerzas anti-imperialistas contemporáneas, sin excluir a las clases medias, que amenazadas de muerte por el imperialismo buscarán su defensa en el Estado anti-imperialista, el que, por la nacionalización socializada y progresiva de las fuentes de producción se orientará definidamente hacia el capitalismo del Estado, derivando o desviando así la tendencia de las clases medias nacía el gran capitalismo privado que significará una regresión al imperialismo.

El aprismo representa, pues, una doctrina completa y un método de acción realista, vale decir, un programa integral económico-político y social para asegurar la independencia económica de la América Latina. Largo, muy largo sería dar mayor amplitud a esta síntesis. Lo esencial de la teoría aprista ha sido esbozado. Toda ella representa un libro. Pensé que sería de interés este sumario a propósito de la encuesta de la revista chilena "Atenea".

Haya de la Torre. (Reproducción prohibida. Columbas Agency. London. 101 Flest Street).

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 214, Buenos Aires, 13 septiembre de 1930.

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