Luis Alberto Sánchez: "Demasiado Aprista"

Oí decir, el otro día, con respecto a un programa de radio en el cual vengo participando, que era muy aprista. Demasiado aprista. Bueno, bueno. ¡Nada es demasiado si es justo! Lo que es demasiado es la tontería, el prejuicio o la sandez. En todo programa en que yo esté si se trata de política, soy yo el que opina y soy aprista desde hace exactamente cincuenta años. No hay engaño de ninguna especie. El que lo ignore es sencillamente porque quiere ignorarlo; el que lo olvide es porque no tiene memoria. De manera que donde yo exprese una opinión, esa opinión, siendo mía, es opinión del Partido porque yo estoy consustanciado con el pensamiento del Partido. Nadie se llame a engaño. ¡O no me llamen, sencillamente! Es una cuestión mucho más fácil, a la cual estoy acostumbrado. Por cuarenta años, entre destierros y proscripciones metódicas, en las que hablaban todos menos los apristas. No hay que olvidar eso. 

Durante cuarenta años ha hablado todo quiste con cabeza o sin cabeza, pero con lengua, en el Perú, y ha escrito toda mano con dedos aunque a veces sin razón en el Perú, ¡menos los apristas! Inclusive ahora, en este lío de los diarios de que se habla tanto, se quejan todos de que se hayan apropiado y confiscado cuatro grandes diarios nacionales pero nadie se acuerda de “La Tribuna”, porque era diario aprista. O sea que los apristas debemos no hablar, no opinar, no escribir pero sí votar, y si ganamos las elecciones nos las anulan. ¡No, pues, eso ha terminado, querido colega peruano! 

Luis Alberto Sánchez.

Eso hay que darse cuenta de que hay que reaccionar contra los vicios y un vicio ha sido el antiaprismo durante cincuenta años; con lo cual no quiero expresar que se sea aprista sino que sencillamente que se tenga la lealtad de admitir que todos tenemos un pedazo de razón y que entre todos los pedazos de razón se forma la Razón con mayúscula, la razón entera; y que ya es tiempo de que los que ejercieron el monopolio del hablar y del escribir, admitan que aquellos a los que impusieron silencio también tienen el derecho de ser oídos. 

Eso, y que tienen mucha carga explosiva dentro, después de cincuenta años de estar obligados a callar, con esto no quiero decir que haya derecho a monopolizar una radio. ¡No, no! Simplemente, que no derecho a incriminar lo que es común en todas las democracias: que todos expresen su opinión. ¡Todos!, sobre los que lo expresen mejor y la expresen bien. Pero, que no se pueda incriminar a nadie, no se puede discriminar tampoco a causa de sus ideas. De manera, en lo que a mí respecta, soy incurable. Soy incurable, definitivamente, hasta por edad. De manera que ya se sabe perfectamente: Yo soy un hombre que tengo un Partido y tengo una filiación y una fe, como decía José Carlos, y esa filiación y esa fe no son ocultas. Se han manifestado en diversos tonos, en diversos estadios, a diversos precios; nunca pagados en oro ni en beneficio mío y no puedo hacer otra cosa que expresarlos y defenderlos como una contribución al completamiento del panorama espiritual, político y social del Perú, que debemos amar integralmente y, por tanto, sin omitir ninguno de sus fragmentos o aspectos complementarios. 

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