Haya de la Torre: "La madurez y firmeza de la conciencia aprista"

Por la expectación que despertó su retouched eru después de nueve años de confinamiento y exilio, por las muchedumbres extraordinarias que lo recibieron, sus viajes al norte, sur y oriente de la República, como por las adhesiones fervorosas y hostilidades vehementes que despierta su figura, Víctor Raul Haya de la Torre ha sido, sin la menor duda, el "Hombre del Año 1957". 

¿Cómo vive y cómo trabaja este hombre excepcional? ¿Qué piensa de muchos tópicos actuales? Estas preguntas se las ha planteado PRESENTE y se responden con este reportaje único que Haya de la Torre ha querido conceder a nuestra revista, de la que —dice— es constante lector.

Quienes conocen a Víctor Raúl desde lejos y tienen de él la imagen, oratoria y vigorosa, de su aparición en la tribuna, no pueden sino sospechar de la otra personalidad, cordial, humana y sencilla que aparece a sus amigos más cercanos. Algo de común tienen, empero, el Haya de la Torre de la vida pública y el Haya de la Torre de la vida privada: su infatigable actividad. Estamos frente a un hombre de energías singulares, para el cual dormir es una necesidad secundaria que requiere breves pausas a lo largo de una compacta jornada de 19 horas de laboriosa vigilia. 

Haya de la Torre está despierto a las 8 u 8 y media de la mañana en su casa de Miraflores. Comienza el día leyendo antes y después del desayuno (fruta, café con leche, pan) diversos libros (en estos días "Francia contra sí misma", de M. Luthy; los "Ensayos" de Bertrand Russell) y repasando su copiosa correspondencia nacional y extranjera. Apunta breves respuestas que un secretario desarrollará después. (La correspondencia alcanza un promedio de 30 a 40 cartas diarias). 

En la mañana (concepto que Haya estira hasta las 4 de la tarde aproximadamente, en que almuerza) el jefe del aprismo gusta de trabajar intelectualmente. Considera que la mañana es su hora fecunda para artículos, notas y preparación de discursos. Con lo cual podría decirse que el Haya intelectual es matutino, el Haya político, vespertino y el Haya conversador. hombre de madrugada. 

A la una de la tarde se dirige a la Casa del Pueblo donde recibe hasta las 3 ó 4, comisiones de obreros, de provincias y visitantes. No pocas veces estas conversaciones lo dejan sin almorzar. Cuando lo hace, vuelve a su casa y —adicto como Churchill al descanso de la tarde— toma una breve siesta, precedida por una media hora de lectura. Así completa el mínimo de dos horas de lectura que se ha fijado como indispensables al día. Como vuelve a entrar en actividad a las 6, puede estimarse que su total de horas de sueño no excede nunca de las cinco. 

Al atardecer se encuentra de nuevo en las oficinas de Alfonso Ugarte 1012. Son las horas de acuerdo con los secretarios nacionales, de visita a los Comedores del Pueblo, a los dirigentes de la Juventud del Partido, de presidir las reuniones periódicas del Buró Nacional de Sindicatos, de mesas redondas con los textiles, choferes, tranviarios y otras agrupaciones apristas. El viernes es el día regular de sesiones del CEN que Haya de la Torre invariablemente preside. 

Se ha doblado ya la medianoche, y su despacho está siempre colmado de visitantes. Ya se trata de periodistas extranjeros que demandan una entrevista; del escritor joven que quiere cotejar impresiones y formular dudas. Abundan los visitantes no apristas: intelectuales o políticos que tienen con Haya de la Torre una amistad personal, antigua o nueva, pero sincera y favorable al intercambio sin cortapisas de opiniones. La charla se extiende ya en la madrugada y es frecuente que Víctor Raúl invite a los más nocharniegos a continuar la conversación en su casa, junto a una humeante taza de café, preparada con discreta eficacia por Jorge Idiáquez, su secretario. Con las luces del alba, los visitantes se despiden de Haya de la Torre, quien en ese momento inicia la lectura de La Tribuna, que una camioneta de reparto acaba de dejar bajo su puerta. Ha terminado un día corriente de la incansable existencia de Haya de la Torre. Un balance preciso arrojaría un número considerable de páginas escritas o dictadas, centenares de entrevistas y varias horas de exposición, diálogo o clase. El hombre, empero, sigue física y mentalmente entero. 

Conversando con Haya de la Torre sobre sus jornadas de labor, es inevitable preguntarle cuál es el secreto de su energía. 

—No creo que sea ningún secreto, afirma. Estimo haber heredado un físico sano y haberlo cultivado, desde mi juventud, en el deporte y en una severa disciplina, a pesar de lo agitado que normalmente ha sido mi vida. Siempre me he preocupado por la dietética, por elegir los alimentos adecuados. Bebo poco o ningún alcohol y consumo mucha leche. Sigo siendo deportista. En Europa practico el ski. Ahora en Lima, doy largas caminatas por las playas o me dedico a la ascensión de cerros. Infortunadamente no siempre dispongo de tiempo para esto y debo conformarme con la gimnasia de todas las mañanas. 

¿Ha comenzado a hilvanarse el reportaje? Así pareciera. Tenemos nuestras preguntas listas y apuntadas. Pero... A Haya de la Torre no le agradan mucho los reportajes que él llama irónicamente "de catecismo". Gusta más de emitir opiniones sin interrogatorios de formulario. Si queremos obtener de él una respuesta sobre sus impresiones más memorables de su regreso al país, preferimos que la pregunta incida casi de soslayo al pasar de la charla y entonces sabremos lo que piensa: "Lo más impresionante para mí, dice, es la verificación de un hecho alentador. El pueblo peruano ha resurgido de la dura experiencia de una tiranía represiva y, sin duda, corruptora, acusando una inteligente madurez para la democracia.

Ha vivido y padecido la tremenda peripecia de la pérdida de la libertad, sin deprimirse. Y la ha recuperado sin caer en las reacciones impacientes o aturdidas de los pueblos débiles que no aprovechan constructivamente las dolorosas lecciones de la adversidad. Una tiranía es tan malsana y disolvente como una guerra perdida. Y de las grandes derrotas sólo los pueblos fuertes salen vigorosos y aleccionados hacia la recuperación creadora. Lo asombroso en el caso popular peruano es su resurgimiento moral a despe cho de los contagios del mal ejemplo, su retorno esperanzado y sereno, a la vida civilizada de la democracia, con una clara conciencia de su responsabilidad y —aunque los demagogos y los alarmistas no les agrade confesarlo— con una sana intuición de su mesura". 

Víctor Raúl Haya de la Torre.

Aquí le interrumpimos: ¿Y en cuanto al aprismo? 

En el aprismo, que es una expresión genuina y mayoritaria del pueblo peruano, son más patentes las comprobaciones que anoto: Los apristas han sufrido como nadie el rigor odioso de la persecución. Contra el Apra —al tenor de reiteradas declaraciones de los gestores de la dictadura de los ocho años— y sólo para aniquilarla, se instauró el despotismo. Y contra el pueblo aprista se desencadenó el terror sin límites de sus métodos inhumanos. Empero, el movimiento no solamente sobrevivió enterizo y vigoroso, sino también libre de rencores, esperanzado y seguro. La madurez y firmeza de la conciencia aprista es la mejor expresión de su lograda responsabilidad de partido mayoritario cuya unidad indestructible y educadora disciplina son la mejor garantía para el mantenimiento de la democracia en el país. 

Y aquí aprovechamos para preguntar: 

¿Qué diferencias advierte Ud. entre el proceso democrático que se inició en 1945 y el comenzado en 1956? 

Las que determinan entre una y otra fecha la ganada experiencia de haber sufrido una ominosa tiranía de ocho años, durante la cual el Perú entero ha aprendido a anhelar la democracia como una necesidad, y a desconfiar de todos los aventureros de la usurpación y de cualesquier regímenes de fuerza. 

¿Y esto explicaría la evolución hacia la convivencia? 

Ciertamente, nos responde Haya de la Torre: la explica y la justifica. Entendida la convivencia, no sólo como un comportamiento armónico de fuerzas y grupos dispares para mantener y estabilizar un régimen de libertad política, sino también como un intento, también coordinado, de las fuerzas vivas de la economía nacional para alcanzar soluciones justas y positivas en el orden económico-social. 

¿Advierte Ud. diferencias entre el aprismo de 1948 y el de 1956? 

La respuesta viene inmediata: Las de su progreso. Por todo lo dicho anteriormente: la de su padecimiento aprovechado y convertido en una más serena noción de sus responsabilidades. Y con todo ello, la de su fuerza juvenil remozada por las nuevas promociones de futuros ciudadanos que han llegado y llegan en proporciones sin precedente a engrosar nuestras filas. El aprismo de hoy es más que nunca el partido de los trabajadores y el de las juventudes. 

¿Qué impresión tiene Ud. de la evolución democrática registrada en sectores de la derecha peruana? 

Que han avanzado algo por el buen camino de comprender la democracia y de resolverse a practicarla. Pero que les falta mucho todavía para que un sano y robusto derechismo organizado de veras,cumpla su importantísimo papel de factor complementario en el equilibrio de un constructivo sistema democrático. Luego, Haya de la Torre advierte: 

—Imagino que estamos hablando del derechismo auténtico, y no del que pretende tomar el disfraz izquierdista o la postura socializante. Porque el tal no resulta ni derecha ni izquierda, sino oportunismo inconsistente y de aventura. 

¿Tiene libros en preparación? 

En el curso de este año espero publicar un volumen de pequeños ensayos sobre problemas americanos. Proyecto también publicar la segunda parte de "30 Años de Aprismo", y una interpretación sobre el Inca Garcilaso que ampliaría mis conferencias sobre el Inca en la Sorbona y en Estocolmo. 

El tema de los libros nos lleva a hablar de un proyecto caro al corazón del Jefe del Aprismo: la Sala "González Prada" de la Biblioteca Nacional.

—He decidido —nos dice— legar mis libros (los que me fueron devueltos hace pocos meses) a la Biblioteca Nacional; junto con aquellos que recibí, por herencia, de Don Manuel González Prada, Como Ud. sabe, la viuda de Don Manuel, Doña Adriana, me hizo su heredero. Como los libros de Prada son valiosos, pero en su mayoría antiguos y muchos en francés, he decidido completar su magnífica colección con mis cinco mil volúmenes. Ya he hablado de esto con el Ministro de Educación, Dr. Basadre, y él está de acuerdo. Tengo la esperanza de que sirvan como base para un Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas de la realidad peruana. Me propongo seguir enriqueciendo esa Sala mientras viva. 

El diálogo con Haya de la Torre pasa de Prada, gran escritor, a otros maestros latinoamericanos del estilo. Víctor Raúl recuerda con especial énfasis al guatemalteco Miguel Angel Asturias:

—Creo que es nuestro gran novelista indoamericano. Su "Señor Presidente" es un clásico que ha sido aclamado por lectores de otros idiomas. Con Asturias me liga una amistad fraternal desde los años en que ambos éramos estudiantes en París. Y aquí tiene Ud. una foto dice, examinando una colección de ellas con Asturias, tomada en Francia, este año, y otra con Germán Arciniegas, brillantísimo escritor de Nuestra América, que tantas y tan bellas cosas ha escrito sobre el aprismo y sobre mi persona. 

La evocación de estos nombres amigos suscita la de muchos otros, repartidos en toda América y en Europa. Haya de la Torre destaca el de un gran mexicano, Adolfo López Mateos, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de la república y virtual primer mandatario del país hermano. 

—Somos muy amigos desde 1927, cuando López Mateos era el Benjamín del grupo mexicano que comulgaba con nuestros ideales. En él estuvieron también personalidades tan saltantes como Angel Carbajal, Ministro de Gobernación, de Ruiz Cortínez y Angel Ceniceros, de Educación Pública. Ceniceros regaló la tela con que se bordó la primera bandera del Apra. En 1954 hice de profeta y le dije a López Mateos: "Tú serás presidente de México". Mi vaticinio va a cumplirse. En México siempre tuve amigos. A Rivera lo admiré, pese a nuestras discrepancias políticas. Carlos Pellecer, el ilustre poeta, es otro viejo amigo. Con José Vasconcelos reanudamos en 1954 una amistad de agitada trayectoria. 

A los nombres de México se suman los del extremo austral: Uruguay, con los de Vaz Ferreira, Batlle Berres, Batlle Pacheco, Luis Alberto de Herrera, Frugoni. En Brasil con Osvaldo Aranha y Assis de Chateaubriand. Argentina con Gabriel del Mazo y la legión de antiguos reformistas que ahora dirigen el radicalismo o el socialismo. Colombia es para él Eduardo Santos. Chile, donde tres de los cuatro candidatos presidenciales (Frei, Allende, Alessandri) son dilectos amigos personales de Víctor Raúl. Cuando la lista se forma de europeos abundan los científicos y los escritores: el filósofo Arnold J. Toynbee, Robert Henríquez, en Inglaterra, ex condiscípulo de Oxford y leído autor de "One hundred hours to Mount Sinai), a quien reencontró en Jerusalén, Bertrand Russell, maestro inolvidable. "Nye" Bevan y demás dirigentes laboristas, el difunto Harold J. Laski, Firth, ilustre antropólogo neo-zelandés. En Suecia el Conde Mörner, director del Instituto Latinoamericano de Estocolmo, el cancerólogo Ellis Berver, el Prof. Eddy Velander, especialista en tecnología atómica, el genetista Gustavson; en Dinamarca, el Dr. Lawrence Aabye, traductor al danés de muchas producciones de Haya de la Torre sobre los países nórdicos; el Ministro de Groenlandia, técnicos y dirigentes del gobierno social-demócrata dinamarqués. En Francia cita a Baudin, Rivert, Flornoy, André Breton, Ronze; el líder vasco Aguirre; en Yugoslavia el doctrinario Cholácovitch. En Israel la gran figura de Ben Gurion.  

La conversación con Haya de la Torre se parece a nuestro propio entrevistado: viaja mucho, pero siempre regresa al Perú. Recuerdo la emoción que me causó el ingreso a Lima. Entre Puente Piedra y la Plaza 2 de Mayo se improvisó una manifestación comparable por su número y su entusiasmo a la que aguardaba en San Martín. Eran gentes de las barriadas y entre ellas abundaba, como pude ya advertirlo desde Talara, la juventud y la niñez. Es un espectáculo reconfortante y magnífico el de estas nuevas filas humanas que se hacen apristas cuando el aprismo está proscrito, por "saber" lo que el aprismo hizo o quiso hacer por ellos. En Talara —no puedo olvidarlo—, cuando llegamos a una altura desde donde se divisa la nueva población, edificada por la empresa a instancias del Partido, en el período 1945-47, un niño me gritó: "Allí está tu obra". Ese niño sabía, como saben todos, lo que hemos hecho por ellos y por sus padres. 

Esto explica también añade Haya de la Torre que hayan simplificado el trato conmigo y no me llamen por mis apellidos, sino sencillamente, sin arrogancia, "Víctor Raul" y me tuteen. Ellos saben, y lo cuentan de uno a otro, que yo soy su amigo. 

¿Cuál —preguntamos— es otra de sus impresiones al retomar contacto con el Perú? 

Los contrastes que nuestro país ofrece, violentos y hasta ofensivos, entre riqueza y miseria. Entre alardes de frivolidad y la sordidez de millones que viven en nivel sub-humano. Recuerde Ud. la impresión tan franca del coronel Peter Townsend: "Lo que más me ha llamado la atención del Perú es la miseria". Y podría señalarle otras impresiones de carácter moral. El descenso, en ciertas clases, de sus normas de moralidad, una desaprensión peligrosa, que se refleja, por ejemplo, en la falta de reacción ante las grandes inmoralidades administrativas cometidas bajo la dictadura. 

—Pero añada Ud. que lo que hay de auténtico en el pueblo, su sentido de justicia, su honradez, su espíritu de sacrificio, se ha salvado y esa es la esperanza que nos queda.

El problema es tanto de ciencia como de conciencia, como escribiera alguna vez nuestro entrevistado. 

—Por eso me preocupa —nos explica— la preparación tecnológica de la juventud. Es preciso capacitar al joven para vivir en el mundo distinto del mañana. Nuestros planes de estudio exhiben, a este respecto, una absurda indiferencia. No se señala a nuestros muchachos, por ejemplo, que hay dos geometrías: una plana y otra curva, ni tampoco la existencia de una nueva física. En los planes de segunda enseñanza nada se dice de la relatividad ni del cuánta. Creo que es un egoísmo indisculpable, de parte de los hombres que no van a vivir ese mundo, que no preparen a la juventud para ello brindándoles conocimientos indispensables.

El diálogo con Haya de la Torre tiene otra estación reiterada y preferida: el aprismo. Le pedimos un comentario al creador sobre su doctrina: 

—Considero, nos dice, que el aprismo ha significado para el Perú quitar se el complejo de "pueblo descubierto" para pasar a la calidad de "pueblo descubridor". La actitud ha variado en forma radical. El pueblo descubierto tiene una actitud colonial. El pueblo descubridor tiene una posición gallarda e independiente. 

—Reflexione Ud. en lo que les pasa a los comunistas criollos. Estos advierten el vacío de algo que no es suyo en la doctrina prestada, impuesta o aprendida que profesan. Les es preciso traducir los textos de ella, pero sin evitar que cunda en ellos la nostalgia de algo que les falta. 

—El aprista no siente ese vacío. Sabe que está con los pies bien situados sobre el propio suelo. Mientras el comunismo es un ademán, un mimetismo foráneo, el aprismo es una norma propia. Todo en él es natural, desde el alzar el brazo izquierdo hasta cantar la Marsellesa. Nosotros no hemos aprendido la Marsellesa porque nos la haya impuesto Francia. La Marsellesa es el eslabón lírico y musical que nos liga al universo democrático, nuestro hilo melódico con el exterior. Pero no refleja sujeción, como en otros casos. Y tanto que alguna vez oí a un compañero ingenuo preguntar: "¿Es verdad que la Marsellesa también se canta en Francia?". 

El reportaje toca a su fin. Reclaman a Haya de la Torre visitas y compromisos. Le pedimos que nos recuerde alguna anécdota inolvidable: 

—No puedo apartar de mi memoria la de un viaje que hacíamos, en caravana de automóviles, en un empinado y retorcido camino de la sierra. En una de sus vueltas, divisé de pronto a un indiecito de 8 ó 10 años, de pómulos enrojecidos, poncho y sombrero, que se replegaba sobre las cavidades de la montaña para eludir el paso de los autos. Al pasar aquel en que yo iba, el pequeño lanzó un vigoroso y alegre "Viva el Apra". Hice detener el auto, que ya había avanzado varios metros en la curva. Bajamos a buscar al joven indígena. Fue imposible ubicarlo. Para mí ese "viva" preciso en la soledad de los Andes me ha dejado un recuerdo como de aparición y de estímulo. Fue como si la voz juvenil y desconocida saliera de las entrañas mismas de los Andes.

*Entrevista a Víctor Raúl Haya de la Torre, publicada en la revista Presente, N°. 50, 1 enero de 1958, pp. 15-18.

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