Homenaje a Luis Alberto Sánchez

LAS fue el angustioso tormento de todo el que se iniciaba en América por los caminos de la literatura. Nadie buscaba expresamente el elogio sino que el crítico dedicará atención a poemas, ensayos o novelas. Merecer una crítica de Sánchez constituía preciado galardón, así fuese demoledora.

Decir que LAS ha muerto, parece cosa fácil de escribir, pues pocas palabras bastan en verdad para la noticia. No es tan sencillo explicar lo que este luto significa para nuestra vida cultural. En el mundo de la inteligencia y del espíritu se ha abierto una honda brecha. Harto difícil es hallar la palabra adecuada, la voz exacta, distante del ditirambo o del convenido elogio, que procure traducir solamente la verdad. No hubo resquicio de la vida peruana en el que LAS no penetrase con ojo inquisidor y palabra aguda. Dijo siempre lo suyo con libertad extrema. Hurgó en la literatura y en la historia, indagó en las literaturas de América y Europa, experimentó el arduo trabajo de la traducción y frecuentó gozosamente el periodismo, ilustró con voz rotunda la vida parlamentaria, prestigió la cátedra universitaria, fatigó a su pluma orientándola por itinerarios diversos en libros, conferencias, artículos y discursos. 

Luis Alberto Sánchez y Marco Aurelio Denegri.

Hizo de la tolerancia un arma decisiva para comprender a los otros, y por eso tuvo amigos en todas las tiendas políticas. El Perú y América fueron temas esenciales de su mejor preocupación: Sánchez los frecuentó desde las perspectivas más diversas: un día la historia, otros días la literatura o la sociología. Se preguntó por la existencia real de América Latina y escribió por eso Los fundamentos de la historia americana. Dedicó dos temas a reflexionar sobre los escritores representativos de América, avivaron el interés por nuestra literatura colonial, se entregó a estudiar con profundo amor a González Prada y a Chocano.

Asimismo su inquietud política a estudiar la participación popular en la revolución americana, así como a rastrear la historia de la violencia política del Perú. Hombre plural, polifacético, navegó por los mares agitados de la vida cultural y de la vida política. Y fue un periodista esencial: de su navegación homérica queda constancia en El libro de bitácora que minuciosamente registra su periplo intelectual. Fue un conversador infatigable, agudo, lleno de humor y de ironía. Lector empedernido, aprendió a leer con ojos prestados por la amistad cuando la ceguera lo visitó e hizo de la memoria lujo espléndido de su pluma. 

Difícil es a Luis Alberto, imaginarlo a usted ausente del diálogo de todos los días. Qué duro es hoy que nuestras preguntas pierdan el eco de su respuesta ingeniosa y rápida, clara huella de su talento singular. Fue presencia real e imprescindible en toda cita con la verdad y la cultura. No quitó el cuerpo ahí donde hubiera que asumir la limpia línea de una sana tradición cívica. Hizo de la tolerancia y el humor armas seguras para comprender y combatir. 

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