Haya de la Torre: "El blasón histórico del Aprismo"

Compañeros: 

En esta noche de rememoración, quiero formular mi pública solidaridad con el justo homenaje que hemos rendido aquí a nuestros muertos. Con el recuerdo a los veteranos cofundadores del Partido; con el tributo a quienes forjaron conmigo, en las horas aurorales de nuestro movimiento, el programa, la doctrina y su voluntad de victoria. 

A los muertos, porque están con nosotros, ya glorificados por el martirio, ya lealtad por el paradigma de su que les da presencia permanente y supérstite en las filas del APRA. Porque si hemos de recordar a González Prada, diremos que para "verme con los muertos yo no voy al camposanto, busco plazas, no desiertos, para verme con los muertos; ¡corazones hay tan yertos, almas hay que hieden tanto! Para verme con los muertos yo no voy al camposanto". (Ovación) 

Porque nuestros muertos están aquí, en su presencia de acción imperecedera. Están permanentemente acompañándonos, puesto que su vida fue lucha, acción, fidelidad y ayuda. Y porque ellos formaron con nosotros esa caudalosa fuerza de esperanza, que nos llevó y nos lleva a confiar en el futuro; seguros de que alguna vez la justicia, en la que ellos y nosotros soñamos, sería cumplida.

Por eso diremos, hoy con las palabras que acabamos de escuchar, que ahí radica la continuidad del Partido. El cual además de ser un gran movimiento político, además de al una escuela de disciplina moral y de civismo, es también una fraternidad militante que se prolonga en el tiempo y que con el tiempo se enriquece en la seguridad y la confianza, de que no erró en el pasado y está cierta de su derrotero en el futuro.

Por tanto, en esta hora de conmemoraciones hay que hacer un poco el recuerdo de lo que el Aprismo ha vivido, ha luchado y ha padecido. Para que nos sirva de acicate; para que nos espolee la voluntad de persistencia; para que no perdamos este élan de entusiasmo y de optimismo que movió a las primeras muchedumbres de 1931, y que planteó en el Perú el anuncio de que era llegada la hora —que que podía prolongarse mucho, pero que ya significaba la fundamental mudanza del Perú viejo en el Perú nuevo—, la hora de la gran transformación. (Grandes y prolongados aplausos). 

Tiene gran significado que en esta noche, hagamos sumaria memoria de lo que significó el Aprismo en el Perú, como proyección del movimiento continental iniciado en 1924; proyectado, antes que aquí, en Costa Rica y en Cuba, donde se fundaron los dos primeros Partidos Apristas del Continente. Pero que debía arraigar en el Perú, de donde habíamos salido proscritos los fundadores y adonde teníamos que volver. Porque nuestras ideas, nuestras esperanzas, nuestras concepciones, estaban nutridas con el dolor y con la angustia del problema dramático de la injusticia en el Perú. 

A imagen y semejanza de ella, fue la adelantada visión que tuvimos al fundar el APRA desde lejos del Perú, como movimiento continental. Porque así nos acercamos más a una realidad que ahora se comprueba. La de que tanto más profunda y realista la comprensión de los problemas nacionales, tanto más evidente su raíz en la gran problemática continental. 

Y es de aquí que nuestra concepción de interdependencia entre lo nacional y lo continental, nos llevó a concebir ese nacionalismo indoamericano, que se sintetiza en la palabra "Pueblo Continente", enarbolada como pensamiento ci- mero por nuestro querido Antenor Orrego. (Grandes aplausos). 

Y allí comienza la historia del Partido, como un nuevo ideario, como una nueva doctrina, y con un nuevo lenguaje: Cuando nosotros trazamos aquel mensaje inicial de nuestro movimiento, para que él fuera, con la nueva palabra, la expresión de un sentimiento que respondía al profundo anhelo y a la voluntad hondamente sentida de todo un pueblo, anheloso de cambiar sus caminos, de encontrar nuevas vías de andadura, y de llegar, al fin, a conseguir una justicia que respondiera en algo a aquélla que ya había vivido el Perú en tiempo de los Incas. 

Nosotros, alcanzamos así esa culminación histórica que veía al futuro, pero sin olvidar el pasado, y teniéndolo, antes bien, como paradigma, como ejemplo, como guión y referencia, para estar seguros de que en esta misma tierra, en este mismo espacio histórico, podía repetirse la hazaña de lograr la justicia para el Perú, de hoy o de mañana, sabiendo que ya la habían conseguido, siglos atrás, los peruanos que aquí vivieron y que supieron gobernar mejor este país que lo que acontece ahora. (Aplausos).

Con esos principios no perdimos nunca el sentido histórico de lo que podríamos llamar el Perú eterno, el Perú americano, el Perú cuyas dimensiones delimita en el vocablo y en el concepto "Patria", Garcilaso. Cuando dice que es, para él, el Perú, el país que se llamó Tahuantinsuyo, donde el experimento social, donde la avanzada concepción política de una sociedad sin oligarquías y sin esclavos,, llegó tan lejos que fue en la época de su descubrimiento, una especie de dechado, de inspiración. de norma y aun de referencia utópica, a quienes desde el viejo mundo pensaban y aspiraban a la posibilidad de una sociedad justa y verdaderamente ideal. 

Con esos principios, el Aprismo se avala, pues, como su histórica razón de existir. No como una aventura de imaginación futurista, sino como la continuidad o devenir de algo que el Perú tenía derecho a mantener, proseguir y articular. Y nos sirvió de coyuntura, también, el pensamiento de cimeros indoamericanos, de los precursores y patricios de la Independencia, quienes como Miranda o Belgrano, pensaron que aquí podría encontrarse el foco y el centro de esa unidad, federación o anfictionía continental, prevista ellos como indispensable condición de logro cabal emancipación. 

Por eso, cuando Miranda habla del Incanato como de mostración de la América unida y libre; cuando Belgrano cree que las "Provincias Unidas de Sud-América" deben tener como capital al Cuzco, y como monarca a un descendiente imperial de los Incas, vinculan ya la idea de libertad, de independencia, con la idea de unidad; vinculada a su vez, con la concepción peruana que de aquí, —donde había existido la sociedad más cabal y más justa—, podía reproducirse a su imagen y semejanza, una confederación futura; una democracia nueva. Vale decir una reunión de estados libres y modernos que tuvieran como referencia y antecedente a la sociedad del Tahuantinsuyo. 

Víctor Raúl Haya de la Torre.

Esto es lo que podríamos llamar el blasón histórico del Aprismo. Por esto es que nosotros nos cuidamos tanto de que al intentar un movimiento de reforma social y económica en el Perú, nuestro movimiento fuera original. Que no debiera imitar a nadie, ni que fuera un nuevo colonialismo de izquierda o de seudo izquierda. (Grandes aplausos). 

Por eso es que nosotros concebimos al Aprismo como una expresión auténtica y genuina, como una expresión autóctona de nuestra problemática ya antaño resuelta, con miras también a que tuviera una dinámica solución futura. (Renovados y prolongados aplausos). 

Esa filosofía del Aprismo no fue entendida. Se consideró que un lenguaje que tan auténticamente procedía del fondo mismo de nuestra realidad, era una semántica extranjera. La ignorancia se confundió con la mal intencionada incomprensión y juntas formaron un buen frente unido de resistencia reaccionaria. ¡Y aquí el Aprismo apareció, paradojalmente, como una doctrina extranjerizante y foránea! 

Era ello, no obstante, de lo más genuino, de lo más auténtico, de lo más nacional que podía haberse imaginado como concepción política. ¡Y, sin embargo, antagónicamente, se nos presentó como un forastero internacionalismo, importador de peligrosas y extrañas doctrinas sociales y hasta de un comunismo disfrazado! (Risas y aplausos).

De aquí surgen; de esta incomprensión y de esta ignorancia, de esta insensibilidad para ver lo que el Aprismo estaba buscando, de aquí surgen los actos tiránicos de terror, de persecución. De aquí procedieron los años de odio en los cuales el Aprismo se sometió a la prueba decisiva, de valorar su resistencia, de calibrar su capacidad de esfuerzo y de continuidad. Prueba de la que salió victorioso; depuración de la que resultó, comprobada en el pueblo peruano, una alta calidad de heroica capacidad que para los mismos opresores fue sorprendente. 

Vieron ellos para su pasmo que aquí también, como en los grandes pueblos, que aquí también, como en las colectividades más avanzadas y más cultas, podía darse el testimonio de una conciencia política hondamente arraigada. Aquí también se dio el paradigma viril de que frente a la lucha, frente al despotismo, frente a la reacción y el terror, el pueblo peruano demostró persistencia, tenacidad, gallardía y una terca voluntad de llevar adelante la victoria de sus ideales. (Aplausos). 

Así, tras de esta dura prueba, nosotros, por nuestra parte, obtuvimos del enemigo un beneficio. El nos llevó, en cierto modo, y por negación, a enseñarnos que éramos el pueblo fuerte e indoblegable ante el oro y el hierro que am- paró a la reacción; de esa lucha desigual, nosotros obtuvimos, como quien pasa un examen decisivo, el resultado enorgullecedor de peruano está perfectamente que el pueblo apto para ser una democracia que se gobierne a sí mismo; para ser una colectividad leal a sus principios; para ser una ciudadanía incapaz de arredrarse o arrodillarse ante la tiranía, la amenaza o el abuso. (Grandes y prolongados aplausos). 

¡Parece que el adversario ha servido de algo! (Grandes aplausos). Y a nosotros nos sirvió como piedra de toque para probar en ella lo que tenía el pueblo aprista de virtuoso, de valedero, de impertérrito, de incontrastable. (Grandes aplausos).

Se había dicho que en este país nadie sabe amar, ni odiar que sólo sabe olvidar. Nosotros los apristas demostramos lo contrario. Supimos evidenciar que en este pats tramos pueblo que sabe amar a la libertad, odiar a los tiranos y morir por la verdad que cree suya, como una reivindicación histórica de la justicia que es suya; de su pasado y de su epopeya y de su destino. (Grandes y prolongados aplausos). 

Para mí, esos son los valores permanentes de nuestro gran movimiento. Para mí eso es lo que no se adquiere de estampida, ni de improvisación. Para mí esos son los resultados de estos casi 40 años de lucha y de comprobación. 

Nosotros hemos conseguido con nuestra propia existencia, con nuestra propia peripecia, demostrar valores que permanecieron soterrados y ocultos en el alma del pueblo peruano. 

Se le había considerado un pueblo que sufre y que aguanta, que soporta todo. Pero no se supo descubrir que aquí también hay un género de resistencia pasiva, ajena al sometimiento y a la mansedumbre, que no es abdicación sino paciencia de saber esperar para cuando llegue la hora. (Grandes aplausos). 

Y eso es lo que para mí constituye también nuestro título enaltecedor inequiparable porque él sólo se logra con el tiempo. (Voces: ¡si!). 

Cuando se habla de la ancianidad del Partido se olvida que las causas históricas que son verdaderas, son inmortales. (Grandes aplausos).

Y la inmortalidad no tiene edad. (Grandes aplausos). 

Y su insenescencia es su permanente juventud. (Grandes y prolongados aplausos). 

Eso es lo que yo podría llamar el caudal de nuestra ética, el tesoro de nuestra moral. Eso es lo que puede responderse al mercantilista y al fenicio que le pregunta al afiliado ¿qué te ha dado el APRA nicio que le presque nos ha dado dignidad, personalidad cívica. (Grandes aplausos).

Nos ha dado conciencia moral de nuestra soberanía. (Grandes aplausos). Nos ha dado la seguridad de que somos miembros de un Estado con derecho a gobernarse a sí mismo. (Grandes y prolongados aplausos). 

Y, en consecuencia, nos ha dado el título legítimo de rechazar cualquier forma de usurpación y de dictadura que nos despoje de esa capacidad inalienable que tiene el pueblo peruano de ser dueño de su propio designio. (Grandes y prolongados aplausos). 

Porque éste, volvamos a decirlo, no es un Partido de contubernios, no es un Partido de negociados, de empresa, electorero o de intereses subalternos. Este es un Partido en el cual todo ha sido para nosotros: escuela, educación, sacrificio, y forma superada de ascender a las más altas categorías de los valores de un pueblo y de las capacidades de un ciudadano. Esto es lo que hemos conseguido nosotros y esto es, repito una vez más, lo que no se improvisa. Esto es lo que genera el tiempo, la lucha, el dolor, el arrojo y la fe. Esto es prueba de uno mismo en el padecimiento y en la educación de la lealtad. Y esto es —repitámoslo— lo que el Aprismo ha ganado con el tiempo: La selección de los más aptos; la eliminación de los que no tenían capacidad de seguirnos, y de marchar en la misma línea que nosotros y a la misma altitud de nuestro paso. (Grandes y prolongados aplausos). 

Esta es la filosofía del Partido. Esta es su ética, este es el título de su legitimidad moral que no se inventa con Decretos. (Grandes aplausos). Este es el título adquirido por la duración de la lucha, probada en su antigüedad. ¡Y lo decimos con su lenguaje: ¡antigüedad es clase! (Grandes y prolongados aplausos). 

Pero, ésta es, compañeros, una antigüedad sin jubilaciones ni retiros. (Renovados y prolongados aplausos). 

Esta es la antigüedad vigente, esta es la antigüedad dinámica, esta es la antigüedad que puede tener ancianidad pero sin decadencia, ni vejez. (Grande y prolongada ovación). 

A todo ello nos acompaña la verificación también, ya en el orden principista y en la dimensión teórica, de que los enunciados del Aprismo no resultaron efímeros; de que tuvimos una felizmente acertada visión del futuro; de que acaso nuestra falta, si es que pueda haberla, o su error, si es que en él se pudo incurrir, fue la velocidad. 

Volamos lejos, volamos tan alto que miramos muy ancho y muy distinto el horizonte del camino. Mas, no nos equivocamos. (Grandes aplausos). 

Y de ahí proviene nuestro mensaje, como disparo al futuro, y, en cierto modo, de una suerte que, pienso, sólo se obtiene o se gana cuando se habla alto y desde lo alto. De ahí que en nuestra teorización, exenta de todo personalismo o mezquindad; en nuestra doctrina sin intereses menores y en nuestros principios libres y limpios de cualquier inferior forma de interpretación política, nosotros pudiéramos formular con claridad y con penetración, definiciones que en realidad hoy nos sorprenden porque han resultado certeras y se están comprobando con su permanencia. 

Así, cuando nosotros insinuamos la idea de frente único de trabajadores manuales e intelectuales, cuando consideramos que ese frente debía ser la esencia fundamental del Partido, su basamento social, nosotros miramos nuestra realidad desde un ángulo absolutamente desinteresado de cualquier sugerencia o sugestión de atractivo proselitista. 

Nosotros creíamos y creemos que en un país en desarrollo económico, las clases sociales también están en desarrollo social. Y a quienes nos han objetado en nombre del marxismo, de un marxismo mal aprendido, trasnochado e importado por correspondencia, que era poco científico desde el punto de vista europeo formular nuestra idea de frente único de trabajadores manuales e intelectuales, o frente único de clases, nosotros pudimos responderles con el len- guaje de ellos mismos: Que si lo hubieran estudiado bien, habrían podido entendernos a tiempo: que si las condiciones económicas determinan las realidades sociales, un país que está económicamente en desarrollo, está también socialmente en desarrollo. 

En consecuencia, las clases sociales, que son expresión de su desarrollo social, son clases en transición. En dinámica, en movimiento, en devenir. Y son clases que tienen una formación y conciencia peculiar, diferente de las clases más estratificadas y sólidamente definidas de los grandes países ya industrialmente desarrollados. (Prolongados aplausos). 

Y ahí tienen ustedes que la primera formulación teórica del Aprismo es incontrovertible con el propio lenguaje de nuestros adversarios. Si crece la economía, si se mueve en impulso inicial de desarrollo y está en transición, la sociedad está también en desenvolvimiento, en transición: Las clases que la integran también están en crecimiento, y en su dialéctica de negación. (Prolongados aplausos). 

Entonces no cabía ese lenguaje aprendido e importado y ultramarino de clase contra clase, en un sentido europeo. Porque había que preguntar si el organismo económico está todavía en surgimiento, en desarrollo, en evolución, a diferencia de los organismos económicos adultos que ya tienen una definición económico-social. Y había que reconocer que esta sociedad en transición, debe ser impulsada, modificada y acelerada por la revolución cultural. De allí que el APRA arranque de su movimiento educativo, porque este es el punto de partida indesdeñable para que las clases en transición evolucionen rápidamente y alcancen su forma definitiva y madura de desarrollo. (Grandes aplausos). 

De aquí que nosotros promoviéramos el frente único de trabajadores manuales e intelectuales. Empero, hoy día aparece que desde otro ángulo y desde otra realidad, el trabajador manual e intelectual se confunden cada vez más. Y no se puede hablar, en los países altamente desarrollados, sino relativamente de un trabajador exclusivamente manual o intelectual. Ni en dónde están los límites del uno y del otro porque las dos calidades son necesarias para la nueva expresión contemporánea de la producción de la riqueza que está tomando las formas del automatismo, de la cibernética, de la electrónica, de los computadores. Vale decir, de la conjunción entre el trabajador manual y el intelectual, que ha convertido el "trabajo penoso" de que hablaba Marx, en el trabajo "de tensión", y que ha definido precisamente la superación de una clase trabajadora en un nuevo tipo de producción o la aparición de la altamente tecnificada que la OIT denomina "no manual", de la que forma parte la legión de los trabajadores al servicio de la astronáutica y de las prodigiosas conquistas del hombre sobre el cosmos. Para las cuales se necesita tanto de la mano como del cerebro y en las que es muy difícil distinguir y diferenciar a tan altos niveles, dónde está el exclusivo trabajador intelectual o dónde el específicamente manual. (Grandes aplausos). 

Entonces no anduvimos descaminados cuando conformamos el Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales. Si entonces, este enunciado tenía un concepto y una expresión, hoy tiene dos: y de ellas obtenemos la seguridad de que en adelante el Frente Unico de Trabajadores Manuales e Intelectuales, significará seguramente, la expresión de los movimientos creadores y sociales de una colectividad, en la cual el trabajo manual y el intelectual andarán por caminos cada vez más convergentes, cada vez más unidos para el dominio del hombre sobre la naturaleza y para la nue va producción industrial ultramecanizada. (Grandes aplausos). 

A esto que llamaríamos una primera demostración argumental de que nuestro programa de hace 39 años, es un programa con plena vigencia y validez, hay más que agregar: Nosotros dijimos en 1924 y en 1931 que la expresión futura del mundo sería, políticamente, una expresión regional. Que las naciones continentales integrarían el mundo armónico del futuro. Y no los pequeños países, aislados y por tanto débiles. Que los pueblos del continente nuestro habían equivocado el camino al no imitar a los Estados Unidos del Norte en lo único en que debieron imitarlo: En que debían ser fuertes porque eran unidos. Y que es la hora de recuperar ese tiempo perdido. Puesto que nuestro gran continente latinoamericano, a despecho de tener variantes plurales dentro de su gran unidad, reclama una verdadera política claramente señalada en la tarea de encontrar y descubrir su creciente interdependencia y de llegar a la conclusión de que en nuestros países no hay problema nacional esencial y profundo que no tenga raíz y relación intercontinental. Y que descubrir esa interdependencia es asegurar para el futuro de nuestros pueblos, soberanía, prosperidad, desarrollo, al mismo tiempo que capacidad de enfrentamiento común frente a los peligros imperialistas. 

Nuestra concepción del imperialismo fue así, desde el primer momento, una concepción que hoy la nueva economía está confirmando. Es la concepción que plantea realistamente el gran problema: Nuestros países necesitan de la ayuda económica y tecnológica de los países desarrollados para salir de su retraso. En consecuencia, nuestros países deben lograr esa ayuda económica y tecnológica sin arriesgar los peligros que ella comporta. Por tanto, para librar y afirmarse frente a esa peligrosidad, es necesario que un orga- nismo político integre a nuestros pueblos y, en vez de 20 repúblicas fraccionadas y débiles, se unan económica y políticamente en un conglomerado también de Frente Unico para resistir los riesgos del imperialismo, para aprovechar sus beneficios; pero para controlarlo y mantenerlo alejado de todo intento de intervención o de abuso. (Grandes y prolongados aplausos). 

Hoy día, esta es una verdad que nadie puede negar. Ningún país subdesarrollado podrá salir de su retraso sin la ayuda económica y tecnológica de los países desarrollados. 

La distancia entre el desarrollo y el subdesarrollo, alcanza actualmente dimensiones sin precedentes. La interdependencia es creciente y la cooperación es indispensable. Pero ahí entra la consideración del riesgo de que esa ayuda pueda acarrear imposiciones de hegemonía y consecuentemente imperialismo. 

De aquí la vigencia de nuestra idea de la comunidad política. Porque así y es que en este aspecto está vinculada con el primer paso que dio el Partido al crear desde el Parlamento del Perú el Parlamento Latinoamericano. A fin de que ese Parlamento Latinoamericano llegará, porque ese será su esencial quehacer, a uniformar las legislaciones laborales, educativas y sociales, pero, sobre todo, las de relación con ese poderoso capital extranjero con el que necesariamente debemos tratar. Porque el día que nosotros uniformemos nuestra legislación en el trato con los poderes económicos de los países desarrollados no habrá peligro de rivalidades, de competitivos entreguismos de uno contra el otro, que son las tristes competencias y las sumisiones que tanto daño han hecho a la América Latina. Uniformizando nuestra legislación, pondremos condiciones comunes para todos los postulantes del capital que vienen por una necesidad tan perentoria como la que nosotros tenemos de recibirlos, y entonces ganaremos los beneficios y evitaremos los riesgos Esta consideración, la planteó el Partido Aprista al fundarse; porque además se adelantaba a decir algo que por fortuna también se está comprobando: Primero, que los capitales procedentes del extranjero no vienen por deporte, ni por bondad caritativa. Vienen por necesidad. Por necesidad de invertir segura y reproductivamente en los países en desarrollo. En consecuencia, hay que considerar esa necesidad y otorgarle garantías, pero asegurarnos su control en resguardo de la soberanía de nuestros pueblos. 

Importa, sí, tener en mente que ahora aparece otro hecho que patentiza también una anticipación nuestra: En el lenguaje contemporáneo del desarrollo y subdesarrollo, nosotros advertimos una realidad, que vamos a ver comprobada quizás en muy corto plazo: Los pueblos desarrollados no podrán sobrellevar la carga mundial del subdesarrollo. Porque los pueblos subdesarrollados, retrasados, hambrientos, incultos y analfabetos constituyen la mayoría de la humanidad. En consecuencia, los países desarrollados son una minoría y si ellos quieren subsistir en un mundo de equilibrio y de justicia, tendrán que hacer algo para ayudar a los subdesarrollados. (Grandes aplausos). 

Acaba de aparecer, con gran proyección impresionante en el mundo, un mensaje del hombre más importante en la dimensión científica de la Unión Soviética. El "Padre de la Bomba de Hidrógeno", Andrei Sakharov, ha enviado un mensaje a los Estados Unidos, mensaje que no se ha publicado en Rusia, suscrito hace más de un año, pero que está circulando ahora en millones de ejemplares entre el público norteamericano y europeo, en el cual se plantea esta alternativa: o se unen los superpoderes dueños de la energía nuclear por medio de una coexistencia pacífica y de una nor- ma ecuménica de libertad intelectual o la humanidad caerá en el abismo de la guerra y esa guerra atómica será "el suicidio universal". 

Es, —repito— la voz del hombre llamado "Padre de la Bomba de Hidrógeno". Es la voz autorizada que ha surgido de Rusia, sin censura. Es la voz que dice, además, que los dos superpoderes mundiales deben concordarse, pero deben dedicar el 20% de sus presupuestos para ayudar a levantarse y a prosperar a los pueblos subdesarrollados. (Grandes aplausos). 

Hoy podemos comprobar que cuando el Aprismo advirtió que los países desarrollados tendrían que venir en ayuda de los retrasados, porque no podían sobrellevar la carga de su mantenimiento, no erró su pronóstico: ya ha surgido la primera voz manifiesta y calificada que señala la obligación de los dos superpoderes de coordinarse en el propósito común de ayudar a los pueblos subdesarrollados. Es tesis aprista también desde que la coexistencia apareció como una posibilidad, que el principio de Marx, "la violencia es la partera de la historia", caía derribado ante el nuevo planteamiento pacifista. Porque si la violencia de la guerra atómica conflagrara al mundo, y ahora lo dice este sabio ruso, —quien asevera que la defensa contra la ofensiva nuclear es comparativamente impotente—, entonces el veredicto de Marx se convertiría en que "la violencia es la sepulturera de la historia". (Grandes aplausos). 

Pero hay más en este mensaje que comento: Aparece en él una nueva verdad. De allí, de Rusia, sin censura y sin que su autor haya sido ejecutado o desterrado a Siberia, acaba de decir que la nueva ley del mundo debe ser la Carta de los Derechos Humanos y la nueva autoridad normativa de la coexistencia la Organización de las Naciones Unidas. Para que cada pueblo adopte su propia forma de vivir, para que "la libertad intelectual, la libertad de información, la libertad del prejuicio y de vivir sin temor queden definitivamente establecidas como supremas leyes humanas, y para que sean abolidas todas las formas de restricción". Y precisa, asimismo, qué es lo que nosotros debemos aspirar: "Luchar contra el terror totalitario del stalinismo, el maoísmo, contra el racismo, contra el fascismo y contra el militarismo". (Grandes y prolongados aplausos). 

Al saber esta buena nueva surge la satisfacción, la humilde satisfacción de los que han caminado por el duro y penoso camino de las adversidades o percances políticos, y podemos decir: La ruta será mala, puede estar llena de baches y tropiezos; quizás en ella nos espere el salteador o el ladrón; pero el rumbo es seguro. Por ahí iremos, si sobrevivimos, a la meta final. Por ahí ganaremos y alcanzaremos lo que nos propusimos alcanzar, cuando fundamos este movimiento y comenzamos esta larga y azarosa andadura, (Grandes y prolongados aplausos). 

En este aniversario es obligatorio hacer recuerdos y formular reflexiones. Esta es una especie de fiesta de cumpleaños y en los días "del santo" no sólo hay que felicitar y congratularse, sino también rememorar y declararse satisfecho de todo aquello que nos honre y que en nada nos avergüence. Y si hay algo que rectificar, rectificarlo. (Voces de “¡muy bien!” y aplausos). 

Mas, de todos modos, yo pienso que el Aprismo tiene altos títulos, que explican el secreto de su vigencia y popularidad. La pregunta de todos los corresponsales y observadores extranjeros que ahora están viniendo a ver qué pasa en el Perú, siempre coincide en este interrogante: ¿Cómo es posible que haya vivido tanto tiempo combatiendo y enfrentándose a tan brutales injusticias un Partido como éste? Pobre de honrosa pobreza, mayoritariamente popular, un Partido sin empresarios, sin oligarcas, sin que jamás contara con ningún apoyo crematístico ni material. Un Partido que fue por cuarenta años odiosamente atacado por la plutocracia, por el imperialismo, las facciones comunistas y la fuerza, y que sólo tuvo alma y voluntad, entusiasmo y persistencia. ¿Por qué esto? Y la respuesta viene clara. Porque hay una fe que lo anima. Porque hay una intuición que lo vertebra. Porque en este movimiento, que suma la sabiduría que se nutre en la experiencia del hombre que trabaja, que proviene de la enseñanza ganada por el hombre que sufre, permanece esa sobrecarga de tantos dolores que la épica lucha por la justicia nos ha convertido en una voluntad de rescate. (Grandes aplausos). 

Nosotros tenemos esa voluntad de rescate. Y por ello la fuerza no podrá jamás, como no pudo antes, prevalecer contra nosotros. (Grandes y prolongados aplausos). 

La fuerza debe aprender en esta hora del mundo y tiene que recordarlo que la violencia es la sepulturera de la historia. (Grandes y prolongados aplausos). 

Y es que la inteligencia y la libertad intelectual, la cultura, la educación señalan el camino seguro para que una democracia económica y social asegure y garantice la prosperidad de un pueblo. Ese ha sido nuestro emblema, nuestra enseña, porque nosotros también hemos reivindicado esa función social de la democracia. Lo hemos hecho sin parlamentos ni disfraces, sin máscaras ni coberturas. Hemos dicho de la democracia, con un lenguaje de 2,000 años atrás, que no es solamente el gobierno libre de las mayorías, sino el gobierno de los más pobres que forman las mayorías. (Grandes y prolongados aplausos). 

Pero lo esencial de la democracia, es que quien quiera formar parte de ella, la use como medio y fin de consecución social y económica, no debe olvidar que lo fundamental de un ordenamiento democrático, es la libertad. La inabdicable libertad del hombre; la que lo distingue del animal que jamás puede alcanzarla. La libertad que nosotros debemos engrandecer con la cultura; con el sentido de responsabilidad; con la educadora disciplina; con la convicción clarísima de que es tanto más libre el hombre, cuanto más dueño es de sus derechos y más consciente de sus obligaciones. (Grandes y prolongados aplausos). 

Nosotros, como la historia del Partido lo demuestra, tenemos la experiencia larga y bien aprovechada de un movimiento que no se rinde al susto. Ya hemos pasado, hemos vivido y hemos sufrido todos los embates de la adversidad. Nada sería nuevo para nosotros en la dimensión de la violencia. Pero tenemos fe y mucha fe en esta hora del mundo que está más próxima a la hora de la inteligencia que a la hora de la violencia. (Grandes y prolongados aplausos). 

Nosotros formamos el partido que ha preconizado y preconiza la ciencia y la tecnología como función del estadista y del político. Somos el Partido escuela que le ha dicho a cada aprista, desde sus orígenes: Si sabes poco aprende, si sabes mucho enseña. Pero no te estés quieto, cambia, evoluciona, distribuye lo que tengas de conocimientos y de riqueza con los demás y no te olvides que la ma- yor fortuna y el más ingente caudal, lo forma la cultura y más temprano que tarde, por el talento de los que más sepan y por la eficiencia de los más expertos. (Grandes aplausos). 

Porque ese es nuestro concepto de la democracia. El concepto que lleva implícita una pregunta: ¿Quién de decir nos puc que en esa población peruana indígena y abandonada, explotada y sometida, en ese 50% ominoso de analfa betos del Perú, no está el niño que asistiendo al colegio, a la escuela y a la universidad, —sin las taxativas económicas de hoy—, pueda ser el genio del mañana, el científico, el tecnológico, el investigador, el inventor glorioso de cualquier hazaña de la inteligencia que lleva al hombre nuevo al dominio sobre la naturaleza? ¿Por qué no? Tuvimos nosotros a un indio Tello que si se hubiera quedado en Huarochirí habría sido sirviente de cualquier ignaro patrón. El pudo ir a la escuela y al colegio. Pero no sólo hay centenares de miles, sino millones de esos muchachos y muchachas que nosotros queremos que obtengan los beneficios de la cultura. No solamente para que tengan gratuidad de la enseñanza primaria y secundaria y luego se regresen a sus hogares, sin proseguir sus estudios. Nosotros queremos gratuidad de la enseñanza universitaria. Transformación de las Universidades; enriquecimiento de sus bibliotecas y sus laboratorios, expansión de sus capacidades docentes y experimentales. Nosotros queremos una revolución, que en un país de analfabetos en gran número, debe realizarse por el íntegro derecho del hombre a la cultura. (Prolongada ovación). 

Y cuando haya alguien quien diga: "Ustedes propusieron reformas, ¿y por qué no las hicieron?, hay que responderle que la reforma magna que el Aprismo trajo y pudo iniciar en el Perú fue la gratuidad de la enseñanza. Esa gratuidad de la enseñanza que se dio con una ley que es verdaderamente una bandera de la gran transformación en el país y que, sin embargo, ha sido arriada por quienes debían sostenerla como el comienzo de una auténtica revolución en el Perú. (Vítores y grandes aplausos). 

En los países desarrollados y cultos, donde no hay un analfabeto, la gratuidad de la enseñanza es cuestión de rutina. En los países como el nuestro, donde el alto porcentaje de analfabetismo, que no sólo es del analfabetismo que se refiere directamente al saber leer y escribir, sino el analfabetismo cultural, de lo que cierto literato español llamara alegremente la "ignorancia enciclopédica", —que aquí impera no solamente en las clases económicamente inferiores, sino también en las llamadas superiores—, porque el hombre de la clase inferior tiene siquiera la sabiduría de su trabajo, las experiencias de su aprendizaje de la vida en el esfuerzo, en tanto que los burócratas generalmente no han ganado esa experiencia que no sea la de ganar buenos sueldos, simples y compuestos y esperar que se mejoren siempre. (Grandes aplausos). 

Pero si nosotros mantenemos el principio de que en un país como el nuestro la genuina revolución socio-económica debe comenzar a ir paralela, activa e intensamente con la revolución educacional o cultural, nosotros tendremos que seguir demandando y exigiéndole a cualquier gobierno la obligación de que se legisle sin discriminaciones en defensa de ese capital humano que vale nada o vale muy poco, si no se le enriquece, si no se le supera, si no se le dignifica, con todos los recursos y beneficios invalorables que dan "las armas del pensamiento" y los implementos de la educación. (Grandes y prolongados aplausos). 

Y aquí siento la necesidad de no fatigar, más a este auditorio (voces de ¡no!, ¡qué prosiga!...) pero prefiero decirles simplemente que hoy como ayer podemos hacernos nuevamente la pregunta: Esto es el APRA, ¿qué les parece? (Prolongados aplausos). 

Este es el APRA a cuyo nivel no ha podido llegar ninguna otra agrupación en el Perú. (Voces de ¡sí!, ¡así es!). 

Este es el APRA cuya altitud nadie ha podido alcanzar, porque no fue una altitud de vuelo, ni de salto, sino de dura ascensión, de penosa caminata por la escarpada subida de los que ascienden rasgando sus carnes y probando sus músculos y sus pulmones. (Grandes y prolongados aplausos). 

¡Nosotros hemos llegado a la altitud del conocimiento político, a la altitud de la conquista de nuestras propias capacidades cívicas y hemos llegado sin soroche! (Grandes y prolongados aplausos). 

Lo que que quiere decir que cuando lleguemos a la altitud del poder, al que por la soberana voluntad del pueblo hemos de llegar, (grandes y prolongados aplausos), no padeceremos de mal de altura, ni pediremos auxilio ni ayuda. Ni creeremos que la altitud es una meta burocrática de descanso. Allí comenzaremos a ascender más alto, a mirar más lejos el panorama de nuestro gran problema. A señalar científica y técnicamente la pluralidad de nuestro quehacer: A fin de realizar austeramente nuestra tarea histórica y a fin de demostrar eficientemente que SOLO EL APRISMO SALVARA AL PERU. (Gran ovación, vivas y aplausos).

*Discurso de Víctor Raúl Haya de la Torre en el 39° Aniversario del Partido Aprista Peruano.

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