Luis Heysen: "Por la libertad de América, contra el Imperialismo"

Organizada por la Confederación Juvenil Socialista se realizó el 20 del pasado mes una gran asamblea “por la libertad en Amenca contra el imperialismo” en la que tomaron parte los compañeros Luis E. Heysen desterrado por Leguia en 1924, Oscar Creydt del Paraguay, Roberto Hinojosa de Bolivia, Godoy Urrutia de Chile, Piedra Buena de Cuba y el concejal Palacin. La asamblea fué un memorable acto de protesta contra las dictaduras latinoamericanas al servicio del imperialismo yanqui. Pocas veces se ha visto en Buenos Aires un espectáculo tan impresionante. Después de la reunión en favor de Nicaragua del año 27 que organizaron la Unión Latino-Americana y la Federación Universitaria de Buenos Aires, no se recuerda otro acto de tan grandes proporciones. La Casa del Pueblo presentaba todas sus galerías plenas de obreros, estudiantes e intelectuales reunidos para exteriorizar la simpatía del pueblo argentino por los proscriptos contra los dictadores de América. Especialmente tomada para CLARIDAD insertamos la versión taquigráfica de la conferencia que Luis E. Heysen pronunciara a dos días del estallido de Sánchez Cerro en Arequipa. Ella evidencia cómo el destierro fué siempre para los camaradas del Apra un imperativo constante de lucha y de estudio cuál es el sentido de su ideología revolucionaria. En este número dedicado a la generación que verdaderamente se ha sacrificado y luchado por el porvenir de América, la publicación de esta conferencia es uno de los mejores signos de nuestro homenaje y de nuestra solidaridad.

Camaradas trabajadores y trabajadoras:

Las palabras de vuestro líder Perazzoli encierran un pensamiento histórico con el tuai, es probable, ninguno de los oradores que concurrimos honrados con la invitación de los jóvenes socialistas argentinos se sentirá en discrepancia. Por io que a mi concierne, debo declarar que que nada tengo que rec rectificar y si mucho que aplaudir en estos instantes en que el viejo Partido Socialista argentino, precursor del socialismo americano, inicia una campañа "por la libertad en América contra ci imperialismo" solidaria a la nuestra y apoyándola en nuestro planeamiento anti-imperialista latinoamericano: sin duda, con la seguridad de que sólo enfocando así los problemas económico-político-sociales de nuestra América podremos recatar la libertad vilipendiada por nuestras oligarquías criollas escuderas incondicionales del imperialismo capitalista mundial.

En mis seis años aproximados de ostracismo, ya como presidente de la Federación Universitaria de La Plata o ya en mis campañas anti-imperialistas por la Europa de Poincaré y de Jean Jaurés, de Hindemburg y de Karl Liebknecht, del rey soldado y Monsieur Emil Vandervelde, he bregado invariablemente por la libertad de los oprimidos contra sus opresores. De modo que al llegar hoy a la Casa del Pueblo en compañía de Oscar Creydt, el paraguayo de pujante e inquieta juventud que dijera Palacios, de Roberto Hinojosa, el líder de la revolución boliviana, de Godoy Urrutia, el maestro perseguido por la dictadura militar de Ibáñez, y del concejal Palacin, secretario general de vuestro par- tido cuya adhesión es doblemente significativa, no hago sino cumplir los mandatos de mi filiación revolucionaria. Agradezco a la Confederación Juvenil Socialista la oportunidad que me ha brindado de cooperar modestamente en su primera jornada "por la libertad en América contra el imperialismo".

La libertad en nuestros países ha sido y es, todavía, una ficción. Dominados por un absolutismo cuyas raíces se afirman en el feudo, no hemos tenido aún el goce de la libertad política, menos aún habremos podido paladear el de la libertad económica: condición sine qua non para garantir nos integralmente los derechos que corresponden al ciudadano de la verdadera democracia. Nuestros hombres eminentes, nuestros estadistas, filósofos o universitarios nos han declamado ininterrumpidamente por el principio de Descartes, el filósofo de la libertad; pero, el pueblo no ha aprovechado de sus desvelos porque clamaban por la libertad en la soga del ahorcado" de Fichte, olvidando que sin independencia económica no puede existir libertad política, ni libertad inmanente. La libertad no es un absoluto, ni puede apartarse de la realidad social encerrándola dentro de la torre de cristal conjuntamente con el metafísico. Enemigo, experimentado, de la libertad dentro de la cárcel, me auno a vuestra batalla; pero, para proclamar la necesidad de sustraernos al concepto de la libertad inmanente ajena a la libertad económica, pues, para nosotros el principio tiene un sentido social y revolucionario, materialista y dialéctico, al coincidir con Juan B. Justo, el padre del socialismo argentino, que en su "Teoría y Práctica de la Historia" nos dice: "La política de la clase obrera es la coersión para la Libertad." (Aplausos). Como nuestro Estado no vive para admirar sino sus pesadas glorias emanadas del "Contrato Social" de Rousseau y no para cumplirlas: al ser teóricamente la negación del feudo y prácticamente su más maciza representación, debemos acostumbrarnos a mirar en él la Bastilla que no ha caído, donde yacen nuestras libertades sepultadas. (Aplausos). Estado liberal en principio puesto que los preámbulos de sus constituciones lo comprueban; es en realidad el instrumento del absolutismo feudal. Usufructua los elogios que sus constituciones escritas reciben, pero vive de sus constituciones no escritas, emanadas de su estructura social campesina. Es el instrumento de opresión de nuestras clases feudales sobre nuestro siervo y el de la penetración imperialista que esclaviza a la gran mayoría de la nación dentro de la ley histórica que hace de aquél no sólo el "instrumento de opresión de una clase sobre otra", sino el instrumento de opresión de las grandes potencias sobre las débiles o atrasadas, coloniales y semicoloniales. Por eso, durante nuestro período republicano habremos visto cómo los genera- les y los caciques anduvieron en pelea constante tratando de encaramarse en él, primero movidos por los dictados del interés feudal, después por los del capitalista extranjero, gran propietario de minas o industrias o gran rey en Wall Street o ca Londres. No somos libres, entonces, porque el Estado no lo quiere: porque las clases nacionales al servicio del amo de fuera se hallan atrincheradas en él para otorgarnos principios y derechos que no puedan afectar sus intereses y porque hasta ahora hemos vivido creyendo con Hegel en que "el Estado es una suerte de Dios" todopoderoso al cual no pueden llegar sino las peregrinaciones de los patentados de la tierra o de nuestros militares siempre dispuestos al entronizamiento de sus tiranías y dictaduras desembozadas u ocultas. Nos falta aquel coraje heroico del pueblo francés que hundió el absolutizmo de los luises, y la osadía de los rusos aspirante, después de haber derrumbado su bastilla zarista, a imponer el socialismo. Y es que soñamos con la libertad filosófica. Nos desvelamos por una libertad política. Y no nos habituamos a pensar en que sin libertad económica no tendremos libertad política y en que sin considerar —forzosa por fatalidad histórica— Ia captura del Estado, instrumento de opresión imperialista en nuestra América, no habremos jamás luchado con eficacia por la libertad de nuestros pueblos: (Grandes aplausos).

Veamos un ejemplo. La relación estrecha que descubrimos entre la libertad y el Estado se nos presenta fidedignamente en el caso de mi país, que no será sino uno de los casos latinoamericanos. 

En el Perú impera desde 1919 una "tiranía brutal", que detenta como instrumento del imperialismo yanqui la libertad de todas las clases oprimidas de la nación, y como instrumento del feudalismo la del indio, que en el agro y en las minas soporta el régimen de servidumbre más oprobioso de la historia. No se trata de una dictadura organizadora o desorganizadora. Estos términos resultan demasiado académicos o chocanescos (risas) para acertar en el caso peruano Una dictadura se afianza en una fuerza, gobierna de acuerdo a un plan de acción de derecha o de izquierda. En el Perú el gobierno nunca tuvo un plan, ni una fuerza; el plan y la fuerza estuvieron siempre en poder de Tio Sam (risas). Las tiranías surgen del caos, de la anarquía, e imperan siniestramente, pese a su óleo bendito (risas). Leguia, personaje curioso en nuestra vida republicana, de generales “con cerebro de adoquín” y civiles mediocres, cuando no muy amantes de lo ajeno, salvo rarísimas excepciones, resultó un hombre extraordinario por sus maneras de Felipe II, sus practicismos de saxón y sus morbosidades de Rasputin (risas), y una inteligencia privilegiada para disponer de los dineros del fisco y de los empréstitos nacionales. Beneficiándose con el descontento del país hacia el partido civil el partido de los terratenientes y sus abogados y monaguillos, autodesignóse salvador providencial del Perú y declarándole la guura (no en nombre ni contra ningún principio) a su propio partido —el civil— alistóse a órdenes de la Foundation Company y de la Peruvian Corporation, agentes del imperialismo extranjero en mi país. Once años de gobierno implican once años de tiranía, porque Leguía es un tirano sombrío buen servidor de Wall Street. Con constitución y a pesar de ella. Leguia vive reeligiendose indefinidamente hasta el dia que Wall Street convenga en utilizar a los potentados del "civilismo" para apeciguar el antiimperialismo de la nación, cada vez más agudo. Con un congreso "ad-hoc", de unanimidad más una (risas), la tiranía reina respetando (?) los fueras parlamentarios de todos sus opositores en las cárceles o en el destierra. Con un ejército constituído por generales "made Presidente Leguía”, dispuestos a cambiar un galón por un cuartelazo o un sofocamiento revolucionario, e integrado por una oficialidad joven que sonríe coqueta y voluntariamente a la nueva generación: Leguía premia y condecora a sus generales fieles y con una policía mercenaria controla a los descontentos o a los incomprables, que son minoría. Ni oposición, ni libertad de prensa, ni de palabra, ni de reunión. Libertad de encarcelar, desterrar y torturar brutalmente a los insurrectos, tales son las características del régimen leguiísta-civilista en el Perú. Todos los líderes trabajadores manuales e intelectuales del nuevo Perú saboreamos el ostracismo, mientras en el interior del país el pueblo alimenta su esperanza revolucionaria-antiimperialista y unas cuantas hojas pseudoizquierdistas, aunque vengan de la extrema izquierda, nos combaten en defensa de intereses, desgraciadamente, subalternos, legitimando la voz de los diplomáticos o de los bufones en el exterior: unánime en declarar que en "el Perú Leguía, clarividentemente como Pericles, lucha por la democracia” (?) (risas, aplausos).

Pero el gobierno civilista-leguiista no solamente es una "tiranía brutal": es también una tiranía vende-patria. Leguía vende el Perú al imperialismo yanqui en primer término, y al europeo en menor escala. El triunfo de cuartel del 4 de julio de 1919, que llevó a Leguía al poder, aumentó considerablemente la penetración financiera del imperialismo yanqui. A doscientos millones de dólares ascienden las inversiones yanquis en el Perú hasta 1930, y a 136 millones de dólares asciende la deuda pública (externa, 100.722.000; interna consolidada, 21.927.000 y flotante, 12.991.000). A 2.131.236 metros cúbicos asciende la producción petrolera peruana en poder de las compañías yanquis por gestión civilista-leguiísta. Detengámonos un instante a observar comparativamente cuán monstruosa es esta explotación imperialista en mi país. No hablará aquí el opositor sistemático del régimen. Les ha tocado el turno a las estadísticas.

Luis E. Heysen.

La producción petrolera fiscal argentina es de 872.171 metros cúbicos; la del Perú —en poder de la Standard Oil Company— hemos visto que es más de dos veces mayor. Empero, la utilidad que obtiene el Estado argentino es de 15 millones de pesos moneda nacional, en tanto que la del Perú es de solo 8 millones de soles. Si Leguia nos hubiera oído desde 1924, que le gritamos: "¡Nacionalizad el petróleo!", ya habría percibido 200 millones de soles peruanos, aproximadamente, en concepto de utilidades para el Estado; en este caso, para su hacienda. Leguia, mal patriota, no resulta acertado, entonces, ni como mercader vendepatria... (Aplausos).

Completando nuestra observación incidamos en los salarios. El jornal medio de un obrero argentino en la industria del petróleo nacional es de $ 6.50 moneda nacional. El de un obrero peruano al servicio del imperialismo yanqui es de $ 2.50. La diferencia es, pues, trágicamente dolorosa. Pero antes de terminar este acápite, recordemos para finalizar nuestro análisis antiimperialista, que si un obrero argentino gana $ 6.50 en su industria nacional, en su industria de factura imperialista yanqui gana $ 4.00. y $ 5.00, en tanto que un obrero yanqui en Nueva York recibe 5.50 y 5 dólares. Las equivalencias del cambio nos harán ver, conjuntamente con la también desigual jornada de trabajo, los privilegios del obrero en un país imperialista sobre el obrero de los países semisubyugados (Argentina), o totalmente colonizados. Pueden aún continuar los exégetas del "marxismo" en América, proclamándose simplemente "anticapitalistas y desdeñando el anti-imperialismo como una simple teorización tropical; que siempre los números han sido más elocuentes que las metáforas de los jeremías del "Amor Limosnero", y siempre fué más acertado el juicio del político de acción que el del dilettante o el del intelectual atiborrado de eufemismo, de literatura y metafísica. (Aplausos.)

Los datos del petróleo nos indican uno de los aspectos de la acción imperialista yanqui en el Perú, pero no todos. El régimen leguiísta-civilista también ha entregado las minas, las aduanas, la marina, la instrucción y la aviación, con una base naval en San Lorenzo. Mi país se halla totalmente enajenado al imperialismo. Lo que no está en poder de los yanquis está en poder de los ingleses, a quienes ha cedido a perpetuidad los ferrocarriles del Estado por un juego de alta finanza, mediante el cual, librándolos de una hipoteca a largo plazo con la cesión, recupera el guano en una época en que su desvalorización era notoria, o a los italianos propietarios del servicio tranviario de Lima y concesionarios de nuestro correo, o a los suecos, con el monopolio de los fósforos. En deudas fabulosas contraídas sin investigar la capacidad de pago del país (obligado a entregar en concepto de intereses la suma de 600 mil dólares mensuales), el régimen civilista-leguista ha concluido la obra que los "civilistas" de otra bandería personal, pero de idéntico tronco feudal y reaccionario, iniciaron, hundiendo a la nación en la ignorancia, el terror de las prisiones, el crimen y la venta ignominiosa al extranjero imperialista. (Protestas de la sala: ¡Abajo Leguía! ¡Abajo el imperialismo yangui!).

Sin embargo, la obra de este partido de terratenientes, usureros y abogadillos no es una obra nefasta. Es una obra "civilizadora". Leguia se jacta, coincidiendo con sus panegiristas "de izquierda y de derecha, que su advenimiento al poder fué revolucionario y que su gestión ha sido la más progresista que haya tenido el Perú desde la jornada emancipadora de San Martín y Bolívar. Y él hace muy bien en ello. Intentemos convencernos. En "El Peruano", diario oficial, Lima. febrero 3 de 1930, encontramos que de los 14.098.719 de libras consignados en los gastos de presupuesto, 2.200.398 corresponden al ministerio de gobierno y policía: 1.625.368 al de Instrucción, Culto y Beneficencia. Pero esto puede aún dejar en nosotros rezagos de duda en favor de la bondad del régimen civilista-leguiista, a pesar de que el Perú es, con Colombia y Venezuela, uno de los países más católicos, donde la iglesia y el clero absorben ingentes subvenciones.

Pasemos a un análisis más objetivo aún. Tal vez, en realidad, la obra del titulado "Presidente Leguía" es "civilizadora" (Risas.) 

Del Extracto Estadístico de Perú, Lima 1929, páginas 116, 189, 206 y siguientes, y del Boletín de la Dirección General de Estadística, Lima 1929, página 4, hemos obtenido cifras de por sí reveladoras. El costo de la enseñanza en el Perú es de 1.878.306 libras peruanas: en la Argentina
bien sabemos que alcanza a 208.600.000 pesos moneda nacional. El número de escuelas existentes allá es de 3.410; aquí, de 11.280. La Argentina, con una población equivalente a casi el doble de la del Perú, presenta diez veces mayor costo de enseñanza, y casi cuatro veces también mayor el número de sus establecimientos de enseñanza. La realidad peruana es, pues, desoladora. Empero, el "Presidente Leguía” sonreía pensando que tenemos en cambio 4.130 establecimientos religiosos y 3.236 eclesiásticos, malgrado que sus admiradores lo consideren como un devoto lector de Clemenceau, el abogado defensor de Dreyfus, radical virulento, y de Victor Hugo, el admirable Victor Hugo, que nos dijera: "Donde haya una luz que alumbre, siempre habrá un fraile que apague". (Risas, grandes aplausos.) La obra del régimen civilista-leguiísta en mi país es, pues, en verdad, una obra aplastantemente, desconcertantemente civilizadora (?) A no ser que para él la "civilización” esté representada por el progreso material de las avenidas que llevan su nombre, de los monumentos que ostentan su busto o de las estampillas de correo que tengan su imagen (Risas).

Podemos afirmar que el gobierno del "civilismo" en el Perú significa el reinado de la barbarie y del analfabetismo, en que una casta de caciques amorales utilizó el poder para saciar sus apetitos y vengar sus rencores feudales. Ni el indio ha salido del oscurantismo trisecular que soporta, por cuanto aún no ha desaparecido el señor feudal, ni su sistema. Ni mucho menos el obrero goza de las conquistas del ciudadano en una república medianamente democrática. Las clases productoras de la nación se encuentran así sometidas al yugo feudal que las envilece y al yugo imperialista que que las proletariza más y más. El Estado en el Perú no es sino el instrumento de las oligarquías feudales y de las plutocracias extranjeras para oprimir con el absolutismo tiránico a todo un pueblo. Quienes pretendemos luchar hasta el fin por el triunfo de la libertad social, sinónima de la justicia, ineludiblemente tenemos que organizarnos para la revolución social que nos lo entregue —como instrumento de liberación— definitivamente liberador de nuestro pueblo oprimido. (Grandes aplausos).

Pero había afirmado que el caso Leguía no era sino uno de los casos latinoamericanos. Efectivamente. Mis compañeros del Paraguay, Bolivia y Chile y Cuba lo explicarán bien en sus detalles, ya que he debido limitarme al caso Perú, Del Atlántico al Pacífico, como del Caribe a la Patagonia, nuestra América nos presenta un pasado común, un presente doloroso y un porvenir promisor. La tragedia del Perú se repite en Chile, se ahonda en Venezuela y Cuba, se ve en Bolivia, comienza a ser de gravedad en el Paraguay y demás países más o menos libres o liberaloides. Nuestro presente americano es un presente de tragedia. Sufrimos el absolutismo de nuestros gobernantes y la amenaza damocliana ya cortando y sangrando en el corazón de la América India, con la política traidora de nuestros tiranos y dictadores vendepatrias. 

"El Imperio es la Paz", decía Napoleón III. "El derecho es una palabra vana sin la fuerza", sostiene Benito Mussolini. "Ha sonado la hora de la espa- da", argumenta Leopoldo Lugones, voluminoso y decadente (risas). "América latina necesita gobiernos fuertes", subrayó cínicamente el apóstol de la democracia y de la paz Wilson. "El Estado soy yo y gobernaré tantas veces como el pueblo me lo reclame", dice Leguía (risas). "Gobernaré hasta morir", anuncia Gómez (risas). "Debo reelegirme, porque Cuba lo pide y debo salvar a Cuba", (risas), explica Machado. "Gobernaré por muchos años con mano de hierro a Chile", amenaza Ibáñez. En los labios de todos encontramos la misma impudicia y el idéntico sentido de fuerza que pide Wall-Street. Y en todos nuestros pueblos encontraremos el común afán antiimperialista y antitiránico. antifeudal y socialista. Nuestro agro nos une con la misma fuerza como el burgo unía a los burgueses en sus luchas por darnos los derechos del hombre de nuestras constituciones escritas. Nuestro antiimperialismo, nuestro antifeudalismo, nuestras campañas "por la libertad de América contra el imperialismo” son el lazo que afirma nuestro pasado legendario en la época de los conquistadores y nuestro ayer glorioso del sol de mayo liberatriz de nuestros próceres. (Grandes aplausos.)

Vuestros aplausos generosos tienen el mismo significado. No los interpreto como dirigidos a mi persona. Son para nuestra causa, para nuestra común ideología de nacionalismo económico, de justicia social, de socialismo antiimperialista y revolucionario. Lo leo en vuestros semblantes y en vuestra firmeza proletaria con la cual habla la América joven su mensaje de redención humana. Vuestro gesto tiene así un sentido americano e histórico por ende,tan americano e histórico como esta asamblea a la que concurrimos algunos hombres jóvenes del gran ejército continental, para explicar los caracteres particulares de nuestra gesta y afirmar los comunes de la solidaridad latinoamericana. Mi optimismo renace cada día y cada vez más fuerte en cada mitin antiimperialista, porque intuyo que vuestra fe está sin duda alguna al servicio del movimiento autónomo que lucha contra el imperialismo yanqui por la unidad de los pueblos de América para la realización de la justicia social. (Ovación).

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 214, Buenos Aires, 13 septiembre de 1930. 

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