Oscar Herrera: "Desde las Universidades Populares al Apra"

Corría el año de 1919 cuando comenzó con la reforma universitaria la verdadera acción nacional de los estudiantes peruanos. Las jornadas reformistas revelaron al país dos cosas: que los señorones del "partido civilista" del Perú detentaban la enseñanza universitaria por su natural incapacidad o por su ignorancia y que los jóvenes de la nueva generación revolucionaria naciente se aprestaban a la lucha con el pueblo para resolver los problemas vitales de la nacionalidad problemas vitales de la nacionalidad, en su mayor parte problemas de clase.

Rotos los débiles vínculos de la juventud con el pasado y con la tradición conservadora de la secular casa de estudios de San Marcos de Lima, se abría un nuevo camino glorioso de acción, que, arrancando de la socialización de la cultura y siguiendo por el reivindicacionismo proletario, culminaría en la acción política actual, que dirige nuestro gran partido latinoamericano, el Apra, fruto del maduro estudio de la realidad histórica de los veinte pueblos de nuestra América y especialmente del Perú.

La lucha por la reforma universitaria tuvo la virtud de reorganizar al alumnado. Los victoriosos directores del movimiento fueron puestos al frente de la Federación de los estudiantes del Perú, bajo la presidencia de su más destacado líder: Haya de la Torre, maestro de idealismo, leal conductor de multitudes.

Fué entonces cuando se realizó el primer congreso nacional de estudiantes, significativo hasta por la ciudad donde se realizó, el Cuzco, la Roma de América, milenaria capital de los incas. Los estudiantes de vanguardia decían así al país que volvían los ojos a las provincias y a la sierra, real fuente de riqueza de la nación, y al indio, bronce de la peruanidad efectiva.

Haya de la Torre en la fundación de la Universidad Popular González Prada en Vitarte.

De ese congreso de 1920 salieron las universidades populares, que se fundaron en Lima el 22 de enero de 1921, y después en las más importantes ciudades del Perú.

Colocadas las universidades populares bajo la advocación de don Manuel González Prada, ordenaron su vida con tanta pureza como lo fué la de este apóstol civil. Tribunas de agitación de las conciencias, fueron también baluarte en las luchas por las reivindicaciones proletarias, lo recuerdan bien los obreros del Perú: no hubo un solo movimiento de los trabajadores manuales que no contara con el aporte de las U, P. G. P., y su mayor prestigio nació de allí. Por eso cuando ellas dieron la voz de orden de abstención electoral, las urnas quedaron casi vacías y el 23 de mayo de 1923 pudieron conducir a la multitud en las notables jornadas contra la consagración del Perú a la imagen del Corazón de Jesús, ruin maniobra de la dictadura leguiísta derrocada, con lo que pretendía ganarse la buena voluntad del clero católico, aunque apareciera su país ante la conciencia americana como una de los más atrasados. Las U. P. G. P. salvaron el honor nacional y la dictadura sufrió una dura derrota.

La venganza del senil tirano no tardo en manfestarse. Los diarios de la venal prensa de Lima, totalmente a su servicio, se ensañaron contra la universidad del proletariado, valiéndose de todos los medios para desprestigiarla ante la opinión pú- blica, Fué entonces cuando se apresó calumniándole a Haya de la Torre y posteriormente se le deportó. venciendo la agitación popular que marchaba a la revolución.

Después de Haya de la Torre le seguimos todos los profesores, por el delito de continuar la obra de nuestro camarada y ser también líderes de los estudiantes, que eran los únicos ciudadanos que perturbaban la nefasta labor de destrucción y entrega del país al imperialismo yanqui.

Pero el destierro ha sido fecundo; ia serenidad de los largos días pasados, durante siete años, sumidos en la indiferencia de las grandes ciudades crueles donde hemos vivido, nos ha entregado al estudio y a la meditación, estos nuestros decirtos han actuado sobre nosotros como sobre el Nazareno el suyo. Ahora tenemos un plan de acción más concreto, a las hermosas vaguedades de la agitación de las conciencias las hemos reemplazado por un programa político fundado en la observación precisa de nuestros fenómenos sociales y económicos.

De la revolución mexicana hemos tomado este apotegma: la tierra a quien la labra y el pan a quien lo trabaja. Nuestro programa dice: nacionalización de las tierras y de las industrias. Lo que significa que conscientes de nuestros problemas económicos vemos en el indio un productor explotado por el latifundista o gamonal y aspiramos al laboreo en común de las tierras, restableciendo y modernizando las antiguas comunidades indígenas, que realizaron en su época, no obstante lo imperfecto de su técnica, magnas obras agrarias, consignadas por los historiadores de Indias. Para nosotros el problema indigena no se resuelve, pues, con el lirismo de los patronatos, ni con las lamentaciones de los curas; para nosotros no existe el "pobre indio", sino el indio pobre, cuya libertad se hará a base de la posesión de la tierra que hoy trabaja en beneficio de doscientas y tantas familias empingorotadas, que viven en Europa y por su noble apellido, herencia de bandidos conquistadores, se avergüenzan de ser peruanas, compatriotas de los indígenas a quienes roban el fruto de su trabajo, y siempre tienen en los labios la estúpida frase: "¡peruano si, pero de Lima!". El problema indígena no es problema de raza, es solamente un problema de clase y como tal debe afrontarse y resolverse.

La naciente industria peruana debe rendir menos al propietario y más al trabajador; por eso aspiramos a nacionalizarla. El estado debe reglamentar la actividad de los capitalistas y defender al productor nacional, hoy desamparado y combatido por la autoridad.

Estamos contra el imperialismo, cuya única razón económica conocemos y al que queremos que se opongan medidas económicas, que en nuestros tiempos son más poderosas que los mejores cañones. En el Perú la lucha será dura, especialmente contra el imperialismo yanqui, que se ha servido de Leguía como instrumento para realizar su penetración. El decantado patriota ha enajenado el país a los banqueros de Wall-Street, ha traicionado a su patria. Para salvarnos no nos queda otro camino que la fuerte organización nacional, que en un momento dado pueda iniciar el boicot a los productos yanquis.

También, como antiimperialistas, aspiramos a la unión de los pueblos de América, porque aislados se ofrecen mejor a la conquista y a la venta por las clases dominantes, que se afirman en el poder y se benefician con el avance imperialista.

Así quedan brevemente explicados los puntos liminares del programa del Apra, nuestro partido político, que pronto iniciará su actuación pública en el Perú.

Oscar Herrera.

Buenos Aires, septiembre de 1930.

Dr. OSCAR HERRERA.

ex-catedrático de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, miembro de la Federación Universitaria, profesor de las UU. PP. GG. PP., desterrado el 24 de enero de 1925 a su séptima prisión y a los cinco días de huelga de hambre. Expulsado de Chile.

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 214, Buenos Aires, 13 septiembre de 1930.

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