Manuel Seoane: "A la juventud antiimperialista del Perú"

Despidiendo a Manuel A. Seoane, que permaneciera seis años entre nosotros, desterrado por el tirano Leguia, escritores, universitarios y hombres de vanguardia del país se reunieron para tributar un voto de reafirmación solidaria en favor de la juventud antiimperialista del Perú militante en el APRA.

Alfredo L. Palacios Ricardo Rojas, Mario E. Sáenz, Carlos Sánchez Viamonte. Roberto F. Giusti, general Mosconi, Alejandro Castiñeiras, Florentino V. Sanguinetti, Gabriel del Mazo, Américo Ghioldi, Arturo Orzábal Quintana (obligado a abandonar el país esa misma noche), José María Monner Sanz, González Arrilli, Antonio Zamora, C. Rizzo Baratta. Roberto Hinojosa (desde el Uruguay). Oscar A. Credyt, Horacio Trejo, Salomón Wapnir, Emilio R. Biagosch, Mariano Calvento, Pablo Lejarraga, Jorge Lascano, Isidro J. Odena, Luis E. Heysen, Fernando Márquez Miranda, Julio R. Barcos, Nydia Lamarque, Diego May Zubiría, Edgardo Cascella, César Tiempo, Saúl N. Bagú, Enrique Cornejo Koster, Luis Fernán Cisneros (padre), Pablo Barrenechea, Andrés D'Offrio, Isaac Basani, José Katz, César Godoy Urrutia, José P. Uslenghi, Euclides Jaime, José M. Alvarez, Gerardo Pisarello. Eugenio Morales, Manuel Beltroy, Eduardo Carasa, Vicente Fiors, Enrique Dickman, D'Elia Fernán Cisneros (hijo), José María la Jara y Ureta y otros estuvieron presentes o enviaron su adhesión especial.

La reunión fué de carácter político, pues en ella hablaron Alfredo L. Palacios, que ofreció la comida, Manuel A. Seoane, agradeciendo. Euclides Jaime, Pablo Lejarraga y otros, sobre los problemas que actualmente conmueven a nuestra generación.

CLARIDAD, que estuviera representada con la asistencia de muchos colaboradores y la adhesión de su director, se complace en recoger la información y completarla con algunos documentos.

DE OSCAR CREYDT EN NOMBRE DEL PARAGUAY ANTIIMPERIALISTA.

A los camaradas Manuel Seoane y Luis Heysen:

En momentos en que la juventud argentina y los amigos residentes de toda la América latina se preparan a tributaros su cordial demostración de simpatía y de aplauso, con motivo de vuestro regreso a la añorada tierra del Inca, tócame a mí emprender precipitado regreso al exterior, en cumplimiento de una consigna impostergable, sin siquiera haber podido estrecharos la mano fraterna un señal de testimonio de la unión de nuestros corazones y de la invencible unidad de nuestros ideales.

No obstante mi accidental alejamiento, acompañó la partida de vosotros, queridos compañeros, con intensa emoción, embargado el ánimo de cierta inquietud, de esa inquietud íntima y silenciosa que nos inspira la soledad en tierra extraña; pero al mismo tiempo, al veros transportados de nuevo al terreno de vuestras primeras luchas, dispues. tos a reemprender la brega, con igual o mayor entusiasmo que antes del destierro, experimento la reconfortante sensación de tranquilidad y de confiada serenidad que nos produce la cercanía, en una misma fila de combate, de compañeros leales y decididos y abnegados.

Por la cordialísima e indisoluble comunidad de vistas y de acción que he podido constatar en el seno del grupo aprista del Perú, por la capacidad individual de sus miembros, sea en el orden literario, teórico o activo, por la ponderada seriedad y la mesurada altura con que los he visto encarar el problema central de la realidad económico- político-social del continente, por todas estas consideraciones y otras más, apreciadas sin enfática exageración, abrigo la plena certeza de que vuestro reingreso en el escenario social del Perú importará la iniciación de un ciclo de renovación acelerado en la evolución institucional de ese país hermano, con proyecciones fecundas para el triunfo integral de la causa de todos nosotros.

Os ruego transmitir mis saludos a todos vuestros compañeros, de los cuales tengo entendido que algunos quedarán todavía por cierto tiempo en ésta.

Con mis efusivos votos de felicidad personal y de éxito partidario, os ruego aceptar las seguridades de mi invariable amistad y alta estimación

EL DISCURSO DE SEOANE AGRADECIENDO EL HOMENAJE.

Muy queridos compañeros:

Agradezco muy sinceramente las generosas palabras del doctor Palacios, alto mentor de las juventudes latinoamericanas, cuya simpatía por el movimiento aprista en el Perú ha sido nuestra mejor incitación a la lucha. Agradezco también la presencia en este acto de distinguidos exponentes del mundo político, universitario y periodístico, de todos y cada uno de vosotros, en fin, que habéis querido traer en esta hora el homenaje de vuestra adhesión, no a un individuo, mero factor episódico en una lucha gigantesca, sino al sentido de tal lucha y a las fuerzas juveniles que la sirven, también representadas hoy por mis compañeros de destierro Luis Heysen, Enrique Cornejo, Oscar Herrera, Manuel Beltroy y otros más.

Toda despedida tiene algo de muerte, dijo el poeta. Y yo estoy sintiendo ahora, lejos de la imagen abstracta, en la entraña viva de mis afectos más queridos, cómo desgarra este arrancamiento del adiós. Vosotros, argentinos, tenéis un maravilloso poder de captación. Hace unos días, en fraterna comida con mis camaradas del periodismo, recordaba la primera escena criolla que surgió ante mis absortos ojos provincianos: la de un gaucho laceador. Me hirió vivamente ese anillo cimbreante del lazo, aureola del gaucho, con cadencias de cuna, tan apto para transformarse súbitamente en cadena apresadora. Así sois vosotros. Tendéis la delicada estrategia de vuestros afectos, de vuestra abierta comprensión para todos los ciudadanos del mundo, como reza el generoso frontispicio de vuestra Constitución, y cercáis al que llega con el lazo cordial de una fraternidad sin reservas. Yo he sentido ese cerco cariñoso y a él debo los momentos más felices de mi vida, pero ahora, cuando ha llegado el instante de partir, me revuelvo dentro de él, y siento, queridos amigos, que ese lazo afectivo y cordial va estrujándome lentamente, haciéndose nudo en la garganta y tristeza en el corazón.

Convención socialista argentina de 1935 en La Plata: A la izquierda con las manos en la cintura, Andrés Townsend. Sentado, en el centro (con corbata de lazo) Manuel Seoane. Al extremo derecho, Alfredo palacios con sus clásicos bigotes.

Y es que los desterrados peruanos y todos los perseguidos en general debemos mucho a este sujeto. Él nos brindó hospitalidad, su prensa nos abrió sus páginas para luchar por la libertad del Perú, sus estudiantes, obreros, intelectuales, todas las fuerzas vivas del país, nos estrecharon la mano cordialmente, vibrando con nosotros, con las mismas esperanzas. Borróse toda falaz demarcación fronteriza y sentimos, más hondamente que nunca, la unidad esencial de nuestra América. El núcleo de los perseguidos por Leguía, por concepto social, comprobaba así aquella visión deslumbrante que nos brindará otro admirador de la Argentina, el jefe de nuestro movimiento, Haya de la Torre, apóstol errabundo y sufrido, que inició en esta tierra la maravillosa parábola de su vida de esfuerzos y de lucha. 

Pero no sólo debemos gratitud a la Argentina. También le debemos enseñanzas. El espectáculo de sus fuerzas sociales, pugnando por darse sus propios contornos, en un marco de libertad. La acción intensa de sus clases económicas, conquistando palmo a palmo su redención económica. La conciencia vigilante de su juventud universitaria, empeñada en seguir adelante el generoso camino en el 18. Y, dignidad cívica, intuición antimperialista esa esa que todo argentino siente intensamente ante el coloso del Norte. En el achatamiento, forzoso casi siempre, de los pueblos latinoamericanos, el argentino es uno de los pocos que no ha arriado en ningún momento su pendón de resistencia. Y para que la lección nos resultara completa, la Historia dispuso que presenciáramos cómo todas esas conquistas, todas esas reivindicaciones y posibilidades, pueden ser momentáneamente eclipsadas por la interferencia de un régimen de fuerza. Felizmente la Argentina posee hondas raíces democráticas. Por eso, al partir, habiendo auscultado amorosamente las palpitaciones populares, me atrevo a predecir que los primeros comicios que se efectúen significarán una vigorosa afirmación del sentido humanista y solidario de este pueblo.

Pero yo os debo una declaración. El homenaje de esta noche es a la juventud antiimperialista del Perú, y es necesario, entonces, exponer su pensamiento.

Digamos, ante todo, que jamás hemos creído que el problema político peruano se solucionara con el cambio de individuos. La caída de Leguía sólo es un paso en la lucha, pero no un término. Nos diferenciamos, por este juicio, de toda la suerte de politiqueros que ahora se abalanzan sobre el presupuesto fiscal, revolviendo las entrañas de los caídos, con el egoísta propósito de satisfacer sus propias ambiciones y apetitos personales.

A nosotros no nos interesa Leguía. Nos interesa el Perú. En esta hora de odios políticos, de venganzas africanas, nosotros levantamos nuestra palabra reclamando un programa ideológico, científica solución de nuestros problemas fundamentales. Comenzamos declarando que el régimen militar que usufructúa el poder debe cumplir cuanto antes su promesa de entregar el mando del país a los civiles apristas que el pueblo reclama. Toda otra solución que torciese la voluntad ciudadana no sería sino la triste continuación de los males del pasado.

Pero los problemas del Perú no sólo son institucionales. Son fundamentalmente, de orden económico. El Perú, como el resto de América latina, desempeña el rol de una despensa en el mercado internacional. Vivimos de la venta de nuestros productos naturales, como esos herederos que se jactan de su prodigalidad vendiendo a manos llenas los bienes recibidos. Toda la economía peruana gira alrededor del petróleo, el cobre, el algodón y el azúcar. Ahora bien, cuando el mercado internacional no tiene interés en comprar esos productos, nuestro mundo económico sufre una catástrofe. Eso es lo que acaba de ocurrir en el Perú. Sólo siguen dando grandes utilidades el petróleo y el cobre. Pero ellos están en manos extranjeras. Y esas manos son norteamericanas, que ajustan mucho y muy dolorosamente. Vemos, entonces, que nuestra economía es dependiente y que nuestras riquezas no son nuestras, sino que son extranjeras. Tal es el problema del imperialismo, que se agrava con la concesión de ominosos contratos, préstamos, monopolios, etc. Nuestra generación condena a los culpables de esta situación, pero no se apresta a detenerse en los umbrales del problema, como ocurre a los gobernantes actuales. Penetra decididamente en él, a objeto de resolverlo. Y al efecto sostiene que es urgente una acción reivindicatoria del Estado, a fin de recuperar la riqueza del país y ponerla al servicio de los fines sociales, bajo su administración. Ignoramos, porque el porvenir es indescifrable, cuáles serán los términos exactos de esta acción restitutoria de la sociedad peruana frente al imperialismo, pero estamos dispuestos a llevarla a cabo, ya sea con el ejemplo de la admirable legislación petrolífera argentina, o con la acción enérgica de los gobiernos revolucionarios de Méjico.

Otro gran gran problema es la situación de nuestro indio y consecuentemente con la supervivencia del latifundismo. La tierra está acaparada por unos cuantos grandes propietarios, que ni siquiera la hacen producir debidamente. Estos terratenientes, mal común a toda América, son en el Perú verdaderos señores feudales, que explotan a los indígenas en todo sentido. Nuestro movimiento aprista también opone al egoísmo de una minoría la necesidad social de los más, y sostiene la urgencia de una acción expropiadora por parte del Estado, a fin de restituir la tierra a quienes la trabajan.

No debo cansar a ustedes con la enumeración de muchos problemas que solicitarán nuestro esfuerzo, como la educación integral, la lucha contra la influencia clerical, la necesidad de nuevos métodos en la conducta de los funcionarios responsables. Siempre sostendremos una posición socialista y, por consiguiente, antiimperialista, reivindicando al mismo tiempo el sentido auténtico y profundo de la nacionalidad.

Queridos amigos: Habéis sido partes y testigos en la formación espiritual del núcleo de desterrados apristas que vivió en la Argentina. Nuestra gratitud y recuerdo por ustedes serán imborrables. Sólo debemos, en este momento, contraer ante vosotros la solemne promesa de seguir luchando siempre "por la unidad de los pueblos de América contra el imperialismo yanqui, para la realización de la justicia social".

"Anhelo que ustedes, los peruanos y nosotros los argentinos sepamos y podamos cumplir con los deberes de la hora. Si alguna palabra pudiera decir en su homenaje, compañero Seoane, me limitaría a repetir lo dicho en algunas ocasiones: Creen que por su talento y su carácter, usted ejercerá ponderable influencia política en el Perú. Y como conozco sus ideas y sus sentimientos, se que usted y sus compañeros, como nosotros, sólo tendrá en cuenta el mejoramiento del pueblo, única fuerza en cuyas entrañas se hallan adormecidas y ocultas todavía las energías poderosas capaces de las más hondas transformaciones sociales de beneficio colectivo.—Saúl N. Bagú.

"Por desgracia para mí, me ha sobrevenido hoy una fiebre de claro carácter gripal, que me impide tener la satisfacción de acompañarlo.

Quiero decirle que me adhiero de todo corazón al merecido homenaje que va a tributarse al amigo, al compatriota, y al compañero de destierro. Ha vivido usted estos años amargos con dignidad ejemplar, con energía y entereza que se han mantenido iguales y firmes hasta el último momento, y con noble y empeñosa dedicación de su espíritu generoso a estudios y observaciones que contribuyen hoy a definirle como una figura brillante en la nueva generación de nuestro país. Estos conceptos traducen una impresión mía, cordialmente amistosa, pero no por eso menos sincera y sentida. Comprendo que en lo porvenir podrán producirse entre nosotros distanciamientos derivados de nuestras discrepancias ideológicas, pero no me alarma, porque no excluyen el aprecio que, a pesar de ellos, pueden seguir profesándose hombres comprensivos como usted y como también creo serlo yo.— José María La Jara y Ureta".

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 218, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1930.

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