Luis Heysen: ¡Con los trabajadores estamos los Apristas"

"La civilización y la justicia del orden burgués aparecen en una luz siniestra, todas las veces que los esclavos y los siervos, los expoliados y victimarios de este orden sublevan contra sus amos. Entonces esta civilización y esta justicia se descubren; es decir, el salvajismo sin máscara y la venganza sin freno.—Karl Marx. "La Guerre Civile en France (La Commune de Paris). Chapitre IV, pág. 75.

"La libertad en la sociedad capitalista, queda siempre un poco cerca de la libertad de las Repúblicas de la Grecia antigua: la Libertad de los amos de esclavos".—N. Lenine "L'Etat et la Revolution", Chapitre VII, pág 114.

Casi urgido por la inmensa sinceridad de algunos camaradas del Perú provinciano, del Perú nuestro, que me han inquirido sobre la posición categórica del Apra y del aprismo peruano frente a los inauditos atropellos a los trabajadores, verificados en la sierra y costa céntricas de nuestro país, no retardo la estructuración de estas ideas de respuesta. A veces es mejor concluir un juicio sin los preparativos y remilgos consiguientes a los partos difíciles, porque no sólo la idea va resguardada por su frescura, llaneza y solidez habituales, sino porque también la favorecen las mismas razones que defienden el desnudo, la tranquilidad de un paisaje de río, la fuerza del silencio del bosque, el estruendo de una vorágine tempestuosa, vale decir, porque dentro de ella supervivirá la naturalidad de lo espontáneo y de lo veraz ajeno a toda laya de pudores.

El Apra y el aprismo nunca podrán sentirse lejos de los trabajadores y cerca de sus sicarios, por que jamás su ideario ni su fraseario han reñido con la revolución incubada en una praxis socialista totalmente diferente de aquella muy en uso por nuestra republiqueta de Pardos y Leguías, Prados y Miroquesadas. Villaranes y Mansanillas, acaudalados y gentes de teatro en danza inacabable de más de medio siglo. El Apra, el aprismo y los apristas estamos con los trabajadores, contra sus mandones y falsos voceros porque, en verdad, el Apra, el aprismo y los apristas —insistimos—, somos revolucionarios y aspiramos a cumplir serena pero maduramente un momento histórico de auténtica renovación nacional.

Manuel Seoane, Luis Heysen, Ramiro Prialé y Armando Villanueva.

Los trabajadores son las clases laboriosas que viven de la venta de su trabajo. Trabajadores han existido en todos los períodos históricos. En Roma eran los esclavos; en la Edad Media los siervos; después de la Revolución Industrial son los asalariados obreros de manufacturas. Así como el esclavo era obligado a venderse pasando de amo en amo a fin de perpetuar la inamovilidad de sus cadenas, el proletariado está compelido por la necesidad de subsistencia a venderse cada día ofreciendo sus brazos. En los países de gran industria para bien de su gran burguesía; en los países de pequeña industria para principal provecho de los que explotan al país de su residencia u origen. Como el Perú, en forma análoga a todos los otros países de Centro, Sud América y las Antillas, tiene una industria naciente ínfima, irrisoria y es ante todo un país de feudalidad; el proletariado vende su trabajo para beneficiar a los imperialistas en primer término. Su suerte entonces no difiere mayormente de la que las otras clases también expoliadas por el capital imperialista afrontan. De modo que hallase obligado a la defensa simultánea en alianza con todos aquellos oprimidos de la nación cuyas cadenas penden ya del feudo o ya del régimen de "la última etapa". El Apra, organismo político de defensa nacional, así lo entiende; siendo por ello, no un partido de una clase sino un frente de varias. El proletariado, los trabajadores forman entre ellas, como las medias y campesinas. Si entre el capital y el trabajo siempre estuvimos por los explotados contra los explotadores: entre el imperialismo y la nación no hay pregunta a responder. Los trabajadores en Cerro de Pasco, en Talara y Vitarte se levantan contra la explotación imperial; son la nación; representan la voz de la peruanidad envilecida por los capitalistas. El Apra les acompaña. 

No podemos los apristas estar contra los trabajadores por que no podemos traicionar nuestro origen de hijos del pueblo ennoblecido con la obra de nuestras universidades populares. Nada tenemos que rectificar. Entre los trabajadores antiimperialistas asesinados y perseguidos brutalmente; los comunistas a la violeta villanamente de espaldas a la revolución americana hacedera por manos americanas cerebros americanos y los "civilistas" aliados del capital extranjero de Cerro de Pasco, Talara y Vitarte, no vacilamos. Estamos con los trabajadores antiimperialistas cualquiera que fuese el sentido personal de su lucha doméstica; estamos con el proletariado ansioso de adquirir una conciencia antiimperialista; estamos con los obreros que han liquidado ya la etapa anarcoide y que desarrollan sus actividades en una atmósfera que no es la del comité político al servicio de los azucareros, arroceros, algodoneros, mineros y abogadillos neta o disfrazadamente "civilistas" porque —sin ambagès— estamos con la Revolución y contra la Reacción, o, para explicarnos mejor, con el Apra y contra el Civilismo. 

La aguda crisis económica que pesa sobre el Perú se hace violenta y catastrófica. Los métodos que se están empleando para conjurarla no hacen sino agravarla. Veamos.

"Lima cada vez peor, en el ejército han empezado las protestas contra el civilismo, a quien la Junta Militar se entrega a pasos agigantados. Los obreros han sido masacrados y el gamonalismo civilista maneja la situación. A falta de hombres entran ellos. "Los pseudos comunistas nos entregan a Moscú in mente; nos entregan al civilismo en concreto; nuestros trabajadores desesperan porque vénse engañados. Los comunistas pintan un Apra a su interés y los civilistas otra opuesta. Sabemos lo que el Apra es y quiere, pero diga usted para los trabajadores con quién está el Apra hoy", en estas tres frases aisladas tomadas de tres cartas pertenecientes a exponentes del frente de trabajadores manuales e intelectuales del Perú provinciano está acusando la gravedad del momento.

Los directores del motín antileguiiísta van virando. Del llano pasaron al poder; de Arequipa, serrana y bella, a Lima, señorial curia de la juventud dorada; de su canción auroral en favor de las libertades públicas, a su bostezo grosero atropellándolas; del centro a la derecha, el viraje nos indica o que el clima no ha sido propicio para que germinen las pocas rebeldías que animaron a los motineros, o que éstas no fueron sino la barata mostasilla y las lentejuelas relucientes que adornando el traje de las mesalinas caen a tierra conjuntamente con la vestimenta al menor desliz. Pareciera que por las ventanillas del Palacio de Pizarro se ha esfumado el manifiesto de Arequipa y que de nuevo una sombra va invadiendo todo el Perú.

"¿Nosotros nos contentaremos de actuar dentro de una disciplina de hierro solamente?"—se preguntaban Kerensky y sus partidarios en la época que antecedió al bolcheviquismo. "¿No es evidente que esta frase invita a Kerensky o a los generales "apropiados" para este rol a asumir el rol de Napoleón? ¿El rol de asesinos de la libertad? ¿El rol de fusiladores de obreros?" (1), inquiría a su vez gruñosamente el verdadero intérprete de la Revolución contra el zarismo cuya memoria se ha deificado actualmente en su país. En el Perú, donde una Junta Militar ha sucedido a una "tiranía brutal" (2), tales interrogantes vense repetidos de un lado por los militares tutelados en su menor edad política por el "civilismo" y de otro por los que nos hemos avocado a la tarea de peruanizar el Perú, alarmados ante el carácter fabiosamente antiobrerista, no antiimperialista con que va perfilando su gestión gubernativa el héroe improvisado del pronunciamiento de Arequipa, ya olvidado de sus alardes iniciales.

No somos ni impacientes ni exagerados. Los párrafos transcriptos que nos envían camaradas juiciosos del movimiento aprista peruano son bastante expresivos para intentar adulterar la realidad política presente. Los cables enviados por las agencias extranjeras que sirven a la prensa mundial han confirmado las anteriores versiones (3). Nuestro silencio ya sería traidor.

El Perú se halla anquilosado y exhausto.

A los desastres económicos que una pésima política hacendaria consumó se unen los que la historia carga en voluminoso fardo.

No se trata tan sólo de once años; se trata de más de media centuria. El leguiísmo no es el único culpable; también lo son el pardismo, el pradismo, el Henavidismo, el villaranismo, el manzanillismo y otros ismos bien conocidos aunque maquiavélicamente ocultos tras el ropaje llamativo y seductor de una demagogia populista refinada.

El leguiísmo pertenece al pasado ya de nuestra historia; el civilismo aparece de nuevo rejuvenecido y "socializante…”

Leguía no ultimó al civilismo para la eternidad como se creyó erróneamente, por que Leguia fué y continuó siendo civilista, malgrado que nunca dejó de ser leguiísta. El civilismo, para nosotros los apristas, no es tan sólo una tendencia antimilitarista (?), según las reminiscencias del ayer; el civilismo para nosotros es un estado económico y social del Perú conservador y reaccionario; es, en síntesis, una razón económica. Civilistas son los explotadores. Civilistas son los azucareros. Civilistas son los aliados del imperialismo; porque civilistas fueron Aspillaga y Prado, Leguía y Pardo "el héroe de Caquetá" y los héroes de última moda. Luego el civilismo no pudo morir en las manos delicadas de Legula.

Para matar el civilismo hay que emplear, también, razones económicas. Sólo los que estén con nuestros indios campesinos encerrados en los huecos de las minas; con nuestras clases medias arrolladas y pauperizadas por el coloso imperialista y con nuestros trabajadores de fábrica y de "hacienda" podrán derrumbar el poder civilista. De aquí que con justicia afirmemos: sólo el Apra matará al civilismo porque sólo el Apra está con aquellos afanosamente resuelto a defender las reivindicaciones de la peruanidad usando métodos realistas, autóctonos y autónomos.

¡Con los trabajadores estamos pues apristamente el Apra, el aprismo y los apristas, hoy que en lucha incesante contra los opresores comunes nos encontramos casi a un paso del poder, como mañana, después, que hayamos obtenido la victoria final mediante la imposición de la justicia!

Buenos Aires, noviembre de 1930.
Luis E. Heysen.

(1) N. Lenine, Devres Complétes". Vol. XX. Prauda. N° 53, du 10-23 mai 1917: A la recherche d'un Napoleón (Editions Internationales Saint Denis. Paris. 1928).

(2) "Dos cartas de Haya de la Torre", Lima, 1923, aparecido últimamente en "Apra", de Lima. Nos. 3 y 4. Esta opinión sobre el régimen caído tiene el valor de haber sido la primera y la única dada en el país desde la prensa y en un período de indefinición cuando nadie se había atrevido a puntualizar tan certeramente un pensamiento político de ataque. Aún después de publicada, el panorama de las publicaciones editadas en el país fué desolador cualquiera que sea su matiz ideológico. La prisión y deportación de su autor seguida del encarcelamiento y destierro de los que asumimos la defensa de su obra fué una experiencia amarga.

(3) La United Press en su servicio para “La Nación" y "La Prensa", ha informado de abaleamientos cometido en Cerro de Pasco al objeto de asegurar el orden y proteger las propiedades americanas. Posteriormente "Crítica recibió noticias sobre el encarcelamiento de Carlos Manuel Cox, líder aprista y la amenaza pendiente sobre Manuel A. Secane. El silencio que se ha producido desde que se anunciaran dichas nuevas desgraciadas hasta hoy hace prever graves acontecimientos. Parece que Seoane será obligado a salir del país. Se ignora si el gobierno persiste en su proyecto de convocar al país a elecciones después de tales acontecimientos. Todo indica que si…

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 221, Buenos Aires, 27 diciembre 1930.

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