Gerardo Berríos: "La concepción clasista del Apra"

Desde el nivel histórico de esta época advertimos en la organización política de todos los pueblos del mundo un marcado afán de los partidos de la derecha por cubrir o hacer parecer en la forma más conveniente para ellos, un punto trascendental, cual es el de la lucha de clases.

Tanto en Europa como en América el cambio de los gobiernos inquieta, levantando bullicios de temor a los partidos burgueses; de allí que sus primeras frases sean: "La seguridad de la patria", "la alteración del orden social", "evitar el caos". ¿Qué significación tiene esta fraseología de berretín que nunca abandonan? ¿Qué contenido ideológico, qué verdad encubren? Ellos, los hombres de gobierno capitalista, que a menudo se empeñan en convencernos de que aman "el bienestar del pueblo", la grandeza de la patria" y hasta las libertades individuales, ¿por qué cuando se llega al momento de saber quién manejará una nación atacan rudamente a los "agitadores", los calumnian y hasta los encarcelan y deportan, con sus métodos "democráticos"? Si sólo hay "unos cuantos locos que especulan con los intereses obreros" y lo demás marcha viento en popa, ¿por qué tanto rigor con los pobrecitos desequilibrados? Estos últimos meses, que hubo temblores en el barrio de Sud América, hemos visto en las notas oficiales de reconocimiento, felicitaciones, etcétera, como el Tío Sam preguntaba a su servidumbre de South América: ¿y, muchachos, no les pasó nada?

Es que la actual sociedad, que descansa y regula propiedad privada, peligra por el peso de naturales leyes de economía y lucha mantener un equilibrio que día a día se va haciendo imposible. Es que el tan nombrado progreso que el régimen capitalista realiza en sus palacios y avenidas, también se realiza en la mentalidad de ese monarca humillado de la producción, que es el proletario, sentando en su espíritu la convicción profunda de robustecer la política de clases.

En este sentido, los partidos políticos del mundo que quieran hacer obra durable y grandioso por venir, todos los partidos que se pretendan jóvenes e ideológicamente nuevos, no conseguirán sino el fracaso si apartan de su programa el problema de la lucha de clases.

En América latina esta inquietud hacia la orientación de izquierda tiene ya promisoras manifes taciones. La lúcida concepción doctrinaria de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) lo ha comprendido así, por esto al juzgar el problema antiimperialista lo hace partiendo del punto de vista de la lucha de clases. Para nosotros, los que luchamos desde las filas del partido aprista peruano, el gran capitalismo norteamericano se va extendiendo en el universo, igual que el capital de los terratenientes y burgueses de cada país de nuestra América semi feudal, representan dos enemigos que proletarizan al pequeño propietario y esquilman sangrientamente a la masa trabajadora e indígena; de ahí que nuestro lema sea ¡Contra los enemigos de afuera y los de adentro!; de ahí que proclamemos la imprescindible unión de los obreros manuales e intelectuales, proyectados en un frente único contra el imperialismo avasallador, para tomar el poder y afianzarlo con las bases del socialismo, porque sólo con la fórmula económica del socialismo pue de hacerse la defensa contra el peligro imperialista, técnica y eficazmente.

Armando Villanueva y Haya de la Torre.

Demoler el prepotente enseñoreamiento capitalista corresponde, pues, a la finalidad de la política de clases en su misión de colaborar por la superación de la humanidad. Lo contrario sería hacer obra de negación, labor efímera que se desvanece en un segundo con el ridículo de la tarea de un Siles, un Leguía, un Irigoyen, un Luis Pereyra de Souza.

¿Y Mussolini?, nos dirán aquí los admiradores del canino guardián de la burguesía italiana. Al caudillo fascista le aguarda el mismo sorpresivo fin que a Primo de Rivera: la economía italiana se debilita irremediablemente: el presupuesto exorbitante de la milicia y policía fascistas, las alternativas que sufren los productos italianos en el mercado internacional, los intereses de la ingente deuda externa, todo este conjunto de circunstancias forman en el ánimo del dictador arrebatos de agresividad, que no es más que la desesperación disfrazada para salir del abismo. Musolini cree ver que se arman contra Italia, se arma y ruge para imponer respeto, y la verdad es que la única amenaza que se cierne sobre su gobierno es fruto de sus mismos desaciertos: esclavización de la clase obrera, privilegios del capital, contubernio con el clero; resumiéndose todo esto en el cercano cataclismo económico en que habrá de hundirse, sin dejar la menor huella quien es por hoy el ídolo de los rancios conservadores, que no se aperciben de la fetidez del capitalismo, que llega a su fin.

Hay, sin embargo, un síntoma muy especial en los resultados de la política de clases, y es que los partidos burgueses con la audacia de que nunca carecieron, van cubriéndose con el disfraz socialista para amenguar la fuerza revolucionaria del proletariado, y he aquí el peligro. El chauvinista Hitler, que se titula socialista nacionalista en Alemania es una prueba de que este último punto de apoyo de la reacción, por su inconsistencia, anticipa su derrota. 

Los imperativos sociales de la nueva era no podrán contenerse; quienes intenten luchar contra las transformaciones históricas caerán arrollados por su impetuosa corriente.

El aprismo, que es la naciente fuerza de América latina y que en estos instantes levanta su bandera unionista y antiimperialista en Perú, tiene contra sí, por una parte, el civilismo, que representa la resaca conservatista, y, por otra, la insignificante minoría de los líricos repetidores de fórmulas políticas europeas, inadaptables a nuestro medio, y que en su exagerado izquierdismo llegan a ser zurdos, zurdos, como los bautizara Haya de la Torre. Estos que no quieren ver las circunstancias especiales de nuestros países de industrialización incipiente, seguirán como las fieras embalsamadas asustando a los burgueses miopes; mientras que quienes servimos honda y conscientemente la causa revolucionaria lucharemos hasta conseguir nuestro triunfo sobre el imperialismo, por la unidad política y económica de todos los pueblos de América Latina y por la nacionalización de las riquezas, por la solidaridad con todos los pueblos oprimidos del mundo y por la Justicia Social.

Gerardo Berríos.

*Claridad. Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista. Año 9, Nº 220, Buenos Aires, 13 diciembre de 1930.

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